EL
IDEALISMO TRASCEDENTAL DE KANT
Kant da "un giro copernicano" al problema del
conocimiento, invirtiendo los términos, si antes el centro del conocimiento se
fijaba en el objeto, Kant lo centra en el sujeto cognoscente. Para él, el
hombre es el ordenador de la experiencia cognoscitiva haciendo que los objetos
(las cosas, el mundo, etc.) giren alrededor del sujeto. El sujeto es el
elemento activo en el conocimiento que aporta su modo de ser al objeto, éste
sólo es conocido en cuanto que el sujeto es capaz de integrarlo a su sistema
cognoscitivo.
LOS JUICIOS EN KANT. UNIVERSALIDAD Y NECESIDAD,
CARACTERÍSTICAS DEL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO
Un juicio es un enunciado o proposición que relaciona dos conceptos, predicado y sujeto, de tal modo que uno de ellos (el predicado) se atribuye a o
expresa una propiedad del otro (sujeto). Los juicios expresan conocimiento en
diferentes grados. Son producto del trabajo de la Razón y pueden ser verdaderos
o falsos. La Crítica de la Razón
Pura es en gran medida la respuesta a la pregunta: cómo son posibles los juicios que expresan
conocimiento científico. Dicho de otro modo: qué condiciones deben cumplir los juicios verdaderos para que podamos
afirmar legítimamente que lo son.
Kant
clasifica los juicios según dos
criterios que resultan sumamente lógicos, y, además, que se complementan de
modo que uno de ellos suple las carencias del otro. Dado que un
juicio es un enunciado que atribuye un predicado a un sujeto, el primer
criterio de clasificación será este: la relación del predicado con el sujeto.
Si
para clasificar los juicios empleamos como criterio la relación de atribución o
predicación, esto es, la relación que
guarda el predicado con el sujeto, obtenemos los dos tipos
siguientes: juicios analíticos y juicios sintéticos.
Juicios sintéticos. Son aquellos en los que el predicado aporta nueva información respecto a la expresada por el sujeto. En ellos existe una ampliación real del campo de la experiencia, y por tanto, del conocimiento. Por ejemplo: “Todos los cuerpos son pesados” o “El agua hierve a 100º”. Juicios sintéticos son los que hacemos los seres humanos la mayor parte del tiempo, puesto que son relativos a nuestra experiencia cotidiana del mundo. Los juicios sintéticos hacen posible el avance del conocimiento. Kant los llama juicios de ampliación.
b) Según la relación con la
experiencia
Si para clasificar los juicios
empleamos como criterio la relación con
la experiencia, obtenemos los dos tipos siguientes: juicios a priori y
juicios a posteriori.
- Juicios
a priori. Son aquellos que no tienen su fundamento en la experiencia, pues son anteriores
e independientes de ella, sino en la razón pura. Son universales
y necesarios. Por
ejemplo "El todo es mayor que las partes que lo componen"
o “Todo cambio tiene su causa”. Los juicios analíticos, explicados antes,
son todos a priori, puesto que la idea de un juicio analítico a posteriori
es en sí misma una contradicción.
- Juicios
a posteriori. Son aquellos que dependen de la experiencia y,
por tanto, se verifican recurriendo a ella; son juicios empíricos, se
refieren a hechos.
Son particulares y contingentes. Ejemplos:
"Todos los cuervos son negros", "Mis alumnos son los
mejores del instituto". Según el empirismo,
todos los juicios habrían de ser de este tipo. Por lo tanto, aunque
expresen una generalidad inductiva, los juicios a posteriori, por sí
solos, nunca podrían fundamentar una idea de verdad universal.
Hay
que tener claras las nociones “particularidad” y “contingencia” y sus
opuestas, “universalidad” y “necesidad”.
Que un juicio
sea particular y contingente quiere
decir que es posible que haya algún “S” (sujeto) que no posea la propiedad “P”
(predicado), o sea, que es pensable que haya excepciones y que aún en el caso
de que los “S” existentes actualmente la posean, es pensable que otros “S” del
futuro no la posean, pues el vínculo entre “S” y “P” ha sido así hasta ahora,
pero puede no ser así siempre (por ejemplo “El mar es azul” o “Todos los
cuervos son negros”). El conocimiento contingente, como se ha dicho, es propio
del empirismo de Hume. No expresa una universalidad
estricta, sino sólo una generalización inductiva (o universalidad comparativa, como la llama Kant).
Frente al
conocimiento contingente, Kant propone su enfoque
trascendental del conocimiento, según el cual un juicio científico, para
ser tal, debe expresar las condiciones sine qua non de universalidad y
necesidad:
·
un
juicio "S es P" es universal si
la nota o característica "P" (predicado) se encuentra en todos y cada
uno de los individuos que caen bajo el concepto "S" (sujeto), esto
es, si no tiene excepciones en el espacio ni en el tiempo, ni puede tenerlas.
·
un
juicio “S es P” es necesario si no
puede ser pensado de otro modo, esto es, si no es posible pertenecer a la clase
“S” sin poseer la propiedad “P”.
Obviamente,
la necesidad y la universalidad se implican mutuamente. En palabras de Kant: “Necesidad y estricta universalidad son los
rasgos característicos del conocimiento a priori, y se pertenecen recíprocamente de manera indisoluble”. El
conocimiento científico, según Kant, es el único que posee estas
características, y tiene su expresión en los juicios sintéticos a priori, fruto
privilegiado de la combinación de las dos clasificaciones precedentes.
Al combinar
los dos criterios de clasificación de los juicios establecidos por Kant el
resultado es que existen cuatro combinaciones posibles:
·
Juicios
analíticos a posteriori. No existen. Son lógicamente imposibles.
·
Juicios
analíticos a priori.
O simplemente analíticos. Todos los
juicios analíticos han de ser a priori, pues lo contrario sería una
contradicción. Si un juicio analítico lo es en virtud de su forma o estructura
(relación S-P) y no de la experiencia, es lógico que sea siempre independiente
y anterior a la experiencia. Por tanto, ha de ser a priori.
·
Juicios
sintéticos a posteriori. Son los juicios empíricos que dependen de la
experiencia para verificarse. Son a posteriori porque debe darse la experiencia
antes de que pueda calificarlos como verdaderos o falsos. Son la mayor parte de
los juicios que hacemos los seres humanos todo el tiempo, y aquellos en los que
centra Hume su crítica a la idea de verdad absoluta.
·
Juicios sintéticos a priori.
Por ser a priori no tienen su fundamento
en la experiencia (aunque sí su origen) y son universales y necesarios.
Por ser sintéticos, son extensivos o de ampliación, nos dan información nueva.
Según Kant, estos juicios no son
posibles en la metafísica, pero sí en matemáticas
y en la parte racional (teórica) de la física.
El propio Kant pone los siguientes ejemplos: “4 + 3 = 7”, “La línea recta es la
distancia más corta entre dos puntos”, “La cantidad de materia del universo se
mantiene invariable” o “A toda fuerza o acción le corresponde siempre una
fuerza o reacción de magnitud igual y de sentido contrario”. Los juicios
sintéticos a priori son, según Kant, los únicos que expresan conocimiento
científico, y constituyen su mayor aportación a la epistemología después de
Descartes y Hume. Son la esencia de su filosofía trascendental.
La Estética (del griego
"aisthesis", "sensación") trascendental es la ciencia de todos
los principios de la sensibilidad. La Sensibilidad
es la capacidad o facultad de las
sensaciones. La Estética explica el modo de tener sensaciones y al ser
"trascendental" tratará del conocimiento de las condiciones
transcendentales (universales y necesarias) que permiten el conocimiento
sensible, paso previo para todo conocimiento. Kant distingue dos momentos en la
percepción: la materia y la forma.
El efecto de los objetos en la sensibilidad son las sensaciones, que son, pues, dadas a posteriori y constituyen,
según Kant, la materia del
conocer al nivel de la sensibilidad. Pero las sensaciones se presentan
ordenadas en ciertas relaciones; eso que hace que las sensaciones aparezcan
ordenadas en ciertas relaciones es la forma. La forma no es dada a posteriori, sino que está ya a priori en el
espíritu, como forma de la sensibilidad, (Kant la llama también intuición pura). La síntesis (unión)
de sensaciones o datos empíricos, como materia, y la forma a priori es el fenómeno.
Las formas
puras o principios a priori de la sensibilidad son, según Kant, el espacio y el
tiempo. Espacio y tiempo son las condiciones
de posibilidad de toda experiencia porque no es posible ninguna experiencia que
no esté bajo esas relaciones. Ahora bien (y esto es muy importante), espacio
y tiempo no son, según Kant, propiedades objetivas de las cosas mismas, sino
formas a priori de la sensibilidad. El
espacio y el tiempo son la forma de la experiencia externa, y el tiempo de la
interna. La matemática es posible (= es un saber a priori y sintético)
por el carácter apriórico del tiempo y del espacio: la geometría y la
aritmética se ocupan, respectivamente, del espacio y del tiempo. Puesto que la
matemática está fundada en las formas de la intuición, toda objeto que se de en
la intuición debe cumplir las leyes de la matemáticas.
La sensibilidad realiza las primeras
síntesis al unificar las sensaciones en el tiempo y el espacio, pero percibir
tal multiplicidad (colores, formas, sonidos...) no es, sin más, comprender los
objetos. Comprender lo percibido es la
función propia del Entendimiento. Kant estudia esta facultad en la Analítica
Trascendental. Nuestro conocimiento incluye conceptos además de
percepciones, pues comprender los fenómenos es poder referirlos a un concepto;
cuando no podemos referir las impresiones sensibles a un concepto, nuestra
comprensión de aquéllas resulta imposible. Esta actividad de referir los
fenómenos a los conceptos se realiza siempre a través de un juicio. El
entendimiento puede ser considerado, pues, como la facultad de los conceptos, o
bien como la facultad de los juicios, la facultad de juzgar. Kant distingue
dos tipos de conceptos, los empíricos, que
proceden de la experiencia y son a posteriori, y los conceptos puros o categorías, que no proceden de la
experiencia y son a priori: las categorías (sustancia, causalidad, unidad,
necesidad,...); son nociones que no se refieren a datos empíricos pero tampoco
son construidas, "inventadas" empíricamente por el hombre, pues
pertenecen a la estructura del entendimiento (son a priori).
El conocimiento es posible porque aplicamos las
categorías a la multiplicidad dada en la sensación. Los conceptos puros son condiciones trascendentales,
necesarias, de nuestro conocimiento de los fenómenos ya que el entendimiento no
puede pensarlos si no es aplicándoles estas categorías: todo aquello que es
objeto de nuestra experiencia es sustancia o accidentes, causa o efecto, unidad
o pluralidad, etc. De este modo, el conocimiento resulta de la cooperación
entre la sensibilidad y el entendimiento: la sensibilidad nos da objetos, el
entendimiento los piensa; pero las
categorías solamente son fuente de conocimiento aplicadas a los fenómenos
(a las impresiones sensibles que se dan en el espacio y el tiempo) y no tienen
aplicación válida más allá de los fenómenos. El error de la filosofía dogmática
(basada en el uso puro de la razón) consiste en usar las categorías para
referirse a realidades transempíricas o trascendentes (Dios y el alma, p. ej.).
La Física es posible como un saber a priori porque el mundo tiene una
estructura matemática (al estar sometido al tiempo y al espacio) y porque las
categorías tienen una validez empírica; porque todo fenómeno está estructurado
en función de las categorías. Con ello Kant está legitimando filosóficamente el
Universo Newtoniano.
La "Dialéctica Trascendental" estudia la
Razón y el problema de si la metafísica puede ser un saber a priori, y concluye
que la Metafísica como disciplina científica es
imposible. La Metafísica quiere alcanzar las cosas tal y como son en
sí mismas, sus objetos son transcendentes
(no empíricos): el alma, su libertad e inmortalidad, Dios y el mundo como
totalidad; pero la ciencia usa necesariamente las categorías y éstas sólo
pueden emplearse legítimamente aplicadas a los fenómenos, a lo dado en la
experiencia. La Razón teórica,
en sentido laxo, es lo que permite el conocimiento del mundo, y en sentido
estricto la facultad de las
argumentaciones. Kant entiende por "dialéctica" el razonamiento
falso con apariencia de verdadero. La "Dialéctica Trascendental"
debe mostrar pues cómo la Razón realiza argumentos aparentemente correctos pero
ilegítimos. Precisamente las argumentaciones de la metafísica son de ese tipo.
El conocimiento intelectual formula juicios y
conecta unos juicios con otros formando razonamientos. Pero hay una tendencia
peculiar en el uso de la Razón: la Razón busca encontrar juicios cada vez más
generales, capaces de abarcar una multiplicidad de juicios particulares
sirviendo a éstos de fundamento. La
Razón aspira a lo incondicionado, al fundamento de los fundamentos.
Cuando la Razón, en esa búsqueda de las condiciones de lo condicionado, de
leyes más generales y profundas, se mantiene en los límites de la experiencia,
su uso es correcto y no da lugar a contradicciones; la ciencia avanza
precisamente a partir de esa tendencia de la Razón; pero esa tendencia lleva
inevitablemente a traspasar los límites de la experiencia empírica en busca de
lo incondicionado: así, todos los fenómenos
físicos se pretenden unificar y explicar por medio de teorías
metafísicas acerca del mundo,
como todos los fenómenos psíquicos
por medio de teorías metafísicas acerca del alma, y, finalmente, unos
fenómenos y otros se intentan explicar y unificar por medio de teorías
metafísicas acerca de una causa suprema de ambos tipos de fenómenos, físicos y
psíquicos: Dios.
"Dios", "alma" y "mundo", son pues tres ideas de la Razón; ideas que no
tienen una referencia objetiva, –no tienen un uso constitutivo– en el sentido de que no podemos conocer
los objetos a los que se refieren (Dios, alma y mundo como totalidad); pero sí un
uso regulativo pues permiten la orientación de la investigación y dirigen
el uso de la razón en la aspiración a una explicación cada vez más profunda de
la realidad.
La filosofía kantiana, superación del empirismo y
del racionalismo
Su tesis de que el conocimiento se puede referir
sólo a lo que se da a los sentidos, y que, por lo tanto, lo que esté más
allá de los sentidos es incognoscible y no permite un tratamiento científico,
es una influencia del empirismo. Por su parte, la huella del racionalismo la
tenemos en sus afirmaciones de que es posible un conocimiento estricto
(los juicios sintéticos a priori), extensivo, pero también universal y
necesario, aunque referido a meros fenómenos, y de que no todos los
elementos que intervienen en el conocimiento se obtienen de la experiencia,
pues hay elementos a priori. Los racionalistas llamaban a estos elementos
“ideas innatas”, aunque entendían que dichas ideas eran contenidos de
conocimiento referidos a objetos; las estructuras aprióricas son, para Kant,
estructuras, no contenidos, y no se refieren a objetos sino a la forma que todo
objeto ha de tener para que la podamos experimentar, no dan información
relativa a objetos del mundo, sino a la estructura del mundo.
La "revolución copernicana" (o
giro copernicano) en filosofía
Kant explica el cambio epistemológico que supone su
filosofía con la analogía de la revolución astronómica copernicana: Copérnico
encuentra que no se puede entender el movimiento aparente de los astros si
suponemos que la Tierra es el centro del Universo y el Sol da vueltas a su
alrededor, y nos propone invertir los términos y suponer que es el Sol el
centro del Universo. Kant dice del mismo modo: si las condiciones de la
objetividad del ser objeto no son ni pueden ser enviadas por las cosas a
nosotros, puesto que las cosas no nos envían más que impresiones, no hay más
que hacer lo mismo que Copérnico y decir que son las cosas las que se ajustan a
nuestros conceptos y no nuestros conceptos los que se ajustan a las cosas. Las
categorías, por consiguiente, son conceptos puros, “a priori”, que no obtenemos
extrayéndolos de las cosas, sino que nosotros ponemos, imponemos a ellas.
La analogía de la "revolución copernicana"
refleja muy bien un importante aspecto de su pensamiento: hasta Kant se había considerado que el sujeto era pasivo en el acto del conocimiento y se tenía que plegar al objeto
para conocerlo; pero de ese modo no se puede dar el conocimiento a priori pues
éste conocimiento supone la posibilidad de conocer algo sobre las cosas sin que
estén presentes en nuestra conciencia, sin que de ellas tengamos experiencia.
El giro copernicano consiste en rechazar la concepción tradicional del
conocimiento, rechazar que el sujeto se deba someter a las cosas para
conocerlas, y considerar que el
sujeto es activo: son las cosas las que se deben someter a nosotros de
cara al conocimiento; si suponemos que para conocer un objeto antes ha de
someterse a las condiciones formales "a priori" de la estructura de nuestras facultades
cognoscitivas, podremos comprender que conozcamos de las cosas algunos rasgos
que éstas han de poseer antes incluso de que tengamos experiencia de ellas: solo podemos conocer a priori de las cosas
aquello que antes hemos puesto en ellas. El giro copernicano se refiere
al hecho de que solo podemos comprender el conocimiento a priori si admitimos
que sólo conocemos los fenómenos y no
las cosas en sí mismas o noúmenos, si admitimos el Idealismo
Trascendental como la filosofía verdadera.
La filosofía kantiana: el Idealismo Trascendental
El Idealismo Trascendental es la culminación del pensamiento moderno,
que comienza con el planteamiento cartesiano del problema del conocimiento:
para tener conocimiento estricto es preciso remitirse al sujeto del
conocimiento (al "cogito") sólo así tendremos una evidencia tan
poderosa como para fundamentar el resto del saber; pero esto se consigue a
costa de problematizar el conocimiento de la realidad externa. El empirismo
continúa en esta misma línea al considerar que el conocimiento inmediato versa
sobre las ideas o percepciones y no sobre las cosas en sí mismas y al sugerir
que los grandes problemas de la objetividad (el mundo teórico y el mundo
práctico) han de resolverse tras el análisis de los procesos psicológicos
gracias a los cuales el sujeto tiene experiencia de los objetos; pero el sujeto
del que hablan los empiristas es un sujeto
empírico. Kant recoge esta línea de explicación mostrando que debemos
reflexionar sobre el modo de conocer para descubrir los elementos, fundamento y
límites del saber, pero pone como sujeto a un sujeto distinto: el Sujeto Trascendental, que no se
puede identificar con el yo empírico, contingente, hecho de este modo pero
pudiendo ser de otra forma; el Sujeto Trascendental es el sujeto
metaempírico del cual se predican las distintas formas aprióricas y que realiza
las distintas síntesis que dan lugar a la constitución de los fenómenos. La
consecuencia es un giro completo en la comprensión del conocimiento y la
separación radical entre la filosofía y el sentido común: el conocimiento
universal y necesario no se puede explicar si consideramos que el sujeto es
pasivo cuando conoce, pero sí al considerar que el sujeto pone algo en el
objeto conocido y lo modela a partir de las estructuras de nuestras facultades
cognoscitivas (las formas de la sensibilidad y las categorías del
entendimiento). En cuanto a la segunda cuestión, debemos recordar que la
posición ingenua, y toda la filosofía anterior a la modernidad, mantiene una concepción realista del mundo: en lo
esencial el mundo es tal y como lo conocemos; en lo esencial los objetos y
sus propiedades y relaciones existen independientemente de la experiencia que
podamos tener de ellos; esta es la tesis característica del realismo. Pero
con la modernidad (con Kant) aparece la concepción idealista:
no sabemos cómo puede ser el mundo independientemente de nuestra experiencia de
él; todo objeto del que tenemos experiencia ha quedado influido por la
estructura de nuestro aparato cognoscitivo. Estas ideas nos llevan a dos
conceptos fundamentales del Idealismo Trascendental: el concepto de Noúmeno y
el de Fenómeno. El Noúmeno (o Cosa
en sí) es la realidad tal y como pueda ser en sí misma,
independientemente de nuestra experiencia de ella; la filosofía premoderna
pensaba que nosotros podíamos conocer las cosas en sí mismas, aunque cada
escuela dijese algo distinto relativo al ser de dichas cosas; el Fenómeno es una realidad dependiente del
Sujeto Trascendental, es la realidad estructurada por las formas de la
sensibilidad y las categorías del entendimiento; la realidad tal y como la
experimentamos. El sujeto cuando conoce no deja intacta la realidad
conocida, la constituye en el propio acto del conocimiento. Por ello, el
Idealismo Trascendental se puede resumir en la afirmación de que sólo conocemos fenómenos.
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