lunes, 16 de julio de 2012


EL IDEALISMO TRASCEDENTAL DE KANT

Kant da "un giro copernicano" al problema del conocimiento, invirtiendo los términos, si antes el centro del conocimiento se fijaba en el objeto, Kant lo centra en el sujeto cognoscente. Para él, el hombre es el ordenador de la experiencia cognoscitiva haciendo que los objetos (las cosas, el mundo, etc.) giren alrededor del sujeto. El sujeto es el elemento activo en el conocimiento que aporta su modo de ser al objeto, éste sólo es conocido en cuanto que el sujeto es capaz de integrarlo a su sistema cognoscitivo.



LOS JUICIOS EN KANT. UNIVERSALIDAD Y NECESIDAD, CARACTERÍSTICAS DEL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO

Un juicio es un enunciado o proposición que relaciona dos conceptos, predicado y sujeto, de tal modo que uno de ellos (el predicado) se atribuye a o expresa una propiedad del otro (sujeto). Los juicios expresan conocimiento en diferentes grados. Son producto del trabajo de la Razón y pueden ser verdaderos o falsos. La Crítica de la Razón Pura es en gran medida la respuesta a la pregunta: cómo son posibles los juicios que expresan conocimiento científico. Dicho de otro modo: qué condiciones deben cumplir los juicios verdaderos para que podamos afirmar legítimamente que lo son.

Kant clasifica los juicios según dos criterios que resultan sumamente lógicos, y, además, que se complementan de modo que uno de ellos suple las carencias del otro. Dado que un juicio es un enunciado que atribuye un predicado a un sujeto, el primer criterio de clasificación será este: la relación del predicado con el sujeto.

a)    Según la relación del predicado con el sujeto

Si para clasificar los juicios empleamos como criterio la relación de atribución o predicación, esto es, la relación que guarda el predicado con el sujeto, obtenemos los dos tipos siguientes: juicios analíticos y juicios sintéticos.

 Juicios analíticos. Son aquellos en los que el predicado está contenido en el sujeto, es decir, aquellos en los cuales el predicado no aporta nueva información con respecto a la expresada en el sujeto. Por ejemplo: “Todos los solteros son no-casados” o “Todos los cuerpos son extensos”. Los juicios analíticos son, técnicamente hablando, tautologías, es decir, enunciados que son verdaderos en todos los casos, por la sencilla razón de que su verdad viene dada por definición (o por su forma o estructura). Si bien los juicios analíticos son esenciales en cualquier ciencia en sus momentos iniciales (toda ciencia comienza por las definiciones de sus términos primitivos; p. ej. en matemáticas definimos un punto como “lo que no tiene partes”; en lógica partimos de axiomas tales como “A es igual a A” o “si A es igual a B, entonces B es igual a A”), es cierto que sólo con juicios analíticos no podemos hacer avanzar nuestro conocimiento de la realidad, pues el predicado no amplía el campo de la experiencia. Kant dice que en ellos, a lo sumo, el predicado aclara o explica un poco más al sujeto. Les llama, por tanto, juicios de explicación. Son juicios necesarios (pues todas las ciencias los contienen) pero en absoluto suficientes para aumentar el conocimiento científico del mundo.

Juicios sintéticos. Son aquellos en los que el predicado aporta nueva información respecto a la expresada por el sujeto. En ellos existe una ampliación real del campo de la experiencia, y por tanto, del conocimiento. Por ejemplo: “Todos los cuerpos son pesados” o “El agua hierve a 100º”.  Juicios sintéticos son los que hacemos los seres humanos la mayor parte del tiempo, puesto que son relativos a nuestra experiencia cotidiana del mundo. Los juicios sintéticos hacen posible el avance del conocimiento. Kant los llama juicios de ampliación.


Sería un ideal de conocimiento aquel que combinara la verdad absoluta de los juicios analíticos con la ampliación de conocimiento propia de los sintéticos. Pero ambos tipos de juicios son excluyentes entre sí. Y por tanto, esta clasificación le resulta a Kant insuficiente para determinar aquellas características que hacen del conocimiento un fenómeno universal y necesario, pues no supera el callejón sin salida en que, a su parecer, encallan el racionalismo (incapaz de ampliar a través de la experiencia el contenido de un concepto) y el empirismo (incapaz de explicar el paso desde la mera generalización empírica derivada de la experiencia particular, la costumbre o el hábito a la verdad científica). Por ello, Kant propone, para combinarla con la anterior, una nueva clasificación de los juicios.

b)    Según la relación con la experiencia

Si para clasificar los juicios empleamos como criterio la relación con la experiencia, obtenemos los dos tipos siguientes: juicios a priori y juicios a posteriori.

  • Juicios a priori. Son aquellos que no tienen su fundamento en la experiencia, pues son anteriores e independientes de ella, sino en la razón pura. Son universales y necesarios. Por ejemplo "El todo es mayor que las partes que lo componen" o “Todo cambio tiene su causa”. Los juicios analíticos, explicados antes, son todos a priori, puesto que la idea de un juicio analítico a posteriori es en sí misma una contradicción.

  • Juicios a posteriori. Son aquellos que dependen de la experiencia y, por tanto, se verifican recurriendo a ella; son juicios empíricos, se refieren a hechos. Son particulares y contingentes. Ejemplos: "Todos los cuervos son negros", "Mis alumnos son los mejores del instituto". Según el empirismo, todos los juicios habrían de ser de este tipo. Por lo tanto, aunque expresen una generalidad inductiva, los juicios a posteriori, por sí solos, nunca podrían fundamentar una idea de verdad universal.

Hay que tener claras las nociones “particularidad” y “contingencia” y sus opuestas,  “universalidad” y “necesidad”.



Que un juicio sea particular y contingente quiere decir que es posible que haya algún “S” (sujeto) que no posea la propiedad “P” (predicado), o sea, que es pensable que haya excepciones y que aún en el caso de que los “S” existentes actualmente la posean, es pensable que otros “S” del futuro no la posean, pues el vínculo entre “S” y “P” ha sido así hasta ahora, pero puede no ser así siempre (por ejemplo “El mar es azul” o “Todos los cuervos son negros”). El conocimiento contingente, como se ha dicho, es propio del empirismo de Hume. No expresa una universalidad estricta, sino sólo una generalización inductiva (o universalidad comparativa, como la llama Kant).

Frente al conocimiento contingente, Kant propone su enfoque trascendental del conocimiento, según el cual un juicio científico, para ser tal,  debe expresar las condiciones sine qua non de universalidad y necesidad:

·         un juicio "S es P" es universal si la nota o característica "P" (predicado) se encuentra en todos y cada uno de los individuos que caen bajo el concepto "S" (sujeto), esto es, si no tiene excepciones en el espacio ni en el tiempo,  ni puede tenerlas.

·         un juicio “S es P” es necesario si no puede ser pensado de otro modo, esto es, si no es posible pertenecer a la clase “S” sin poseer la propiedad “P”.


Obviamente, la necesidad y la universalidad se implican mutuamente. En palabras de Kant: “Necesidad y estricta universalidad son los rasgos característicos del conocimiento a priori, y se pertenecen recíprocamente de manera indisoluble”. El conocimiento científico, según Kant, es el único que posee estas características, y tiene su expresión en los juicios sintéticos a priori, fruto privilegiado de la combinación de las dos clasificaciones precedentes.


Al combinar los dos criterios de clasificación de los juicios establecidos por Kant el resultado es que existen cuatro combinaciones posibles:


·         Juicios analíticos a posteriori. No existen. Son lógicamente imposibles.

·         Juicios analíticos a priori. O simplemente analíticos. Todos los juicios analíticos han de ser a priori, pues lo contrario sería una contradicción. Si un juicio analítico lo es en virtud de su forma o estructura (relación S-P) y no de la experiencia, es lógico que sea siempre independiente y anterior a la experiencia. Por tanto, ha de ser a priori.

·         Juicios sintéticos a posteriori. Son los juicios empíricos que dependen de la experiencia para verificarse. Son a posteriori porque debe darse la experiencia antes de que pueda calificarlos como verdaderos o falsos. Son la mayor parte de los juicios que hacemos los seres humanos todo el tiempo, y aquellos en los que centra Hume su crítica a la idea de verdad absoluta.

·         Juicios sintéticos a priori. Por ser a priori no tienen su fundamento en la experiencia (aunque sí su origen) y son universales y necesarios. Por ser sintéticos, son extensivos o de ampliación, nos dan información nueva. Según Kant, estos juicios no son posibles en la metafísica, pero sí en matemáticas y en la parte racional (teórica) de la física. El propio Kant pone los siguientes ejemplos: “4 + 3 = 7”, “La línea recta es la distancia más corta entre dos puntos”, “La cantidad de materia del universo se mantiene invariable” o “A toda fuerza o acción le corresponde siempre una fuerza o reacción de magnitud igual y de sentido contrario”. Los juicios sintéticos a priori son, según Kant, los únicos que expresan conocimiento científico, y constituyen su mayor aportación a la epistemología después de Descartes y Hume. Son la esencia de su filosofía trascendental.



La Estética (del griego "aisthesis", "sensación") trascendental es la ciencia de todos los principios de la sensibilidad. La Sensibilidad es la capacidad o facultad de las sensaciones. La Estética explica el modo de tener sensaciones y al ser "trascendental" tratará del conocimiento de las condiciones transcendentales (universales y necesarias) que permiten el conocimiento sensible, paso previo para todo conocimiento. Kant distingue dos momentos en la percepción: la materia y la forma. El efecto de los objetos en la sensibilidad son las sensaciones, que son, pues, dadas a posteriori y constituyen, según Kant, la materia del conocer al nivel de la sensibilidad. Pero las sensaciones se presentan ordenadas en ciertas relaciones; eso que hace que las sensaciones aparezcan ordenadas en ciertas relaciones es la forma. La forma no es dada a posteriori, sino que está ya a priori en el espíritu, como forma de la sensibilidad, (Kant la llama también intuición pura). La síntesis (unión) de sensaciones o datos empíricos, como materia, y la forma a priori es el fenómeno.

Las formas puras o principios a priori de la sensibilidad son, según Kant, el espacio y el tiempo. Espacio y tiempo son las condiciones de posibilidad de toda experiencia porque no es posible ninguna experiencia que no esté bajo esas relaciones. Ahora bien (y esto es muy importante), espacio y tiempo no son, según Kant, propiedades objetivas de las cosas mismas, sino formas a priori de la sensibilidad. El espacio y el tiempo son la forma de la experiencia externa, y el tiempo de la interna. La matemática es posible (= es un saber a priori y sintético) por el carácter apriórico del tiempo y del espacio: la geometría y la aritmética se ocupan, respectivamente, del espacio y del tiempo. Puesto que la matemática está fundada en las formas de la intuición, toda objeto que se de en la intuición debe cumplir las leyes de la matemáticas.



La sensibilidad realiza las primeras síntesis al unificar las sensaciones en el tiempo y el espacio, pero percibir tal multiplicidad (colores, formas, sonidos...) no es, sin más, comprender los objetos. Comprender lo percibido es la función propia del Entendimiento. Kant estudia esta facultad en la Analítica Trascendental. Nuestro conocimiento incluye conceptos además de percepciones, pues comprender los fenómenos es poder referirlos a un concepto; cuando no podemos referir las impresiones sensibles a un concepto, nuestra comprensión de aquéllas resulta imposible. Esta actividad de referir los fenómenos a los conceptos se realiza siempre a través de un juicio. El entendimiento puede ser considerado, pues, como la facultad de los conceptos, o bien como la facultad de los juicios, la facultad de juzgar. Kant distingue dos tipos de conceptos, los empíricos, que proceden de la experiencia y son a posteriori, y los conceptos puros o categorías, que no proceden de la experiencia y son a priori: las categorías (sustancia, causalidad, unidad, necesidad,...); son nociones que no se refieren a datos empíricos pero tampoco son construidas, "inventadas" empíricamente por el hombre, pues pertenecen a la estructura del entendimiento (son a priori).

El conocimiento es posible porque aplicamos las categorías a la multiplicidad dada en la sensación. Los conceptos puros son condiciones trascendentales, necesarias, de nuestro conocimiento de los fenómenos ya que el entendimiento no puede pensarlos si no es aplicándoles estas categorías: todo aquello que es objeto de nuestra experiencia es sustancia o accidentes, causa o efecto, unidad o pluralidad, etc. De este modo, el conocimiento resulta de la cooperación entre la sensibilidad y el entendimiento: la sensibilidad nos da objetos, el entendimiento los piensa; pero las categorías solamente son fuente de conocimiento aplicadas a los fenómenos (a las impresiones sensibles que se dan en el espacio y el tiempo) y no tienen aplicación válida más allá de los fenómenos. El error de la filosofía dogmática (basada en el uso puro de la razón) consiste en usar las categorías para referirse a realidades transempíricas o trascendentes (Dios y el alma, p. ej.). La Física es posible como un saber a priori porque el mundo tiene una estructura matemática (al estar sometido al tiempo y al espacio) y porque las categorías tienen una validez empírica; porque todo fenómeno está estructurado en función de las categorías. Con ello Kant está legitimando filosóficamente el Universo Newtoniano.



La "Dialéctica Trascendental" estudia la Razón y el problema de si la metafísica puede ser un saber a priori, y concluye que la Metafísica como disciplina científica es imposible. La Metafísica quiere alcanzar las cosas tal y como son en sí mismas, sus objetos son transcendentes (no empíricos): el alma, su libertad e inmortalidad, Dios y el mundo como totalidad; pero la ciencia usa necesariamente las categorías y éstas sólo pueden emplearse legítimamente aplicadas a los fenómenos, a lo dado en la experiencia. La Razón teórica, en sentido laxo, es lo que permite el conocimiento del mundo, y en sentido estricto la facultad de las argumentaciones. Kant entiende por "dialéctica" el razonamiento falso con apariencia de verdadero. La "Dialéctica Trascendental" debe mostrar pues cómo la Razón realiza argumentos aparentemente correctos pero ilegítimos. Precisamente las argumentaciones de la metafísica son de ese tipo.

El conocimiento intelectual formula juicios y conecta unos juicios con otros formando razonamientos. Pero hay una tendencia peculiar en el uso de la Razón: la Razón busca encontrar juicios cada vez más generales, capaces de abarcar una multiplicidad de juicios particulares sirviendo a éstos de fundamento. La Razón aspira a lo incondicionado, al fundamento de los fundamentos. Cuando la Razón, en esa búsqueda de las condiciones de lo condicionado, de leyes más generales y profundas, se mantiene en los límites de la experiencia, su uso es correcto y no da lugar a contradicciones; la ciencia avanza precisamente a partir de esa tendencia de la Razón; pero esa tendencia lleva inevitablemente a traspasar los límites de la experiencia empírica en busca de lo incondicionado: así, todos los fenómenos físicos se pretenden unificar y explicar por medio de teorías metafísicas acerca del mundo, como todos los fenómenos psíquicos por medio de teorías metafísicas acerca del alma, y, finalmente, unos fenómenos y otros se intentan explicar y unificar por medio de teorías metafísicas acerca de una causa suprema de ambos tipos de fenómenos, físicos y psíquicos: Dios. "Dios", "alma" y "mundo", son pues tres ideas de la Razón; ideas que no tienen una referencia objetiva, no tienen un uso constitutivo en el sentido de que no podemos conocer los objetos a los que se refieren (Dios, alma y mundo como totalidad); pero sí un uso regulativo pues permiten la orientación de la investigación y dirigen el uso de la razón en la aspiración a una explicación cada vez más profunda de la realidad.


EL IDEALISMO TRASCENDENTAL: EL "FENÓMENO" Y EL "NOÚMENO"


La filosofía kantiana, superación del empirismo y del racionalismo

Su tesis de que el conocimiento se puede referir sólo a lo que se da a los sentidos, y que, por lo tanto, lo que esté más allá de los sentidos es incognoscible y no permite un tratamiento científico, es una influencia del empirismo. Por su parte, la huella del racionalismo la tenemos en sus afirmaciones de que es posible un conocimiento estricto (los juicios sintéticos a priori), extensivo, pero también universal y necesario, aunque referido a meros fenómenos, y de que no todos los elementos que intervienen en el conocimiento se obtienen de la experiencia, pues hay elementos a priori. Los racionalistas llamaban a estos elementos “ideas innatas”, aunque entendían que dichas ideas eran contenidos de conocimiento referidos a objetos; las estructuras aprióricas son, para Kant, estructuras, no contenidos, y no se refieren a objetos sino a la forma que todo objeto ha de tener para que la podamos experimentar, no dan información relativa a objetos del mundo, sino a la estructura del mundo.

La "revolución copernicana" (o giro copernicano) en filosofía

Kant explica el cambio epistemológico que supone su filosofía con la analogía de la revolución astronómica copernicana: Copérnico encuentra que no se puede entender el movimiento aparente de los astros si suponemos que la Tierra es el centro del Universo y el Sol da vueltas a su alrededor, y nos propone invertir los términos y suponer que es el Sol el centro del Universo. Kant dice del mismo modo: si las condiciones de la objetividad del ser objeto no son ni pueden ser enviadas por las cosas a nosotros, puesto que las cosas no nos envían más que impresiones, no hay más que hacer lo mismo que Copérnico y decir que son las cosas las que se ajustan a nuestros conceptos y no nuestros conceptos los que se ajustan a las cosas. Las categorías, por consiguiente, son conceptos puros, “a priori”, que no obtenemos extrayéndolos de las cosas, sino que nosotros ponemos, imponemos a ellas.


La analogía de la "revolución copernicana" refleja muy bien un importante aspecto de su pensamiento: hasta Kant se había considerado que el sujeto era pasivo en el acto del conocimiento y se tenía que plegar al objeto para conocerlo; pero de ese modo no se puede dar el conocimiento a priori pues éste conocimiento supone la posibilidad de conocer algo sobre las cosas sin que estén presentes en nuestra conciencia, sin que de ellas tengamos experiencia. El giro copernicano consiste en rechazar la concepción tradicional del conocimiento, rechazar que el sujeto se deba someter a las cosas para conocerlas, y considerar que el sujeto es activo: son las cosas las que se deben someter a nosotros de cara al conocimiento; si suponemos que para conocer un objeto antes ha de someterse a las condiciones formales "a priori" de la estructura de nuestras facultades cognoscitivas, podremos comprender que conozcamos de las cosas algunos rasgos que éstas han de poseer antes incluso de que tengamos experiencia de ellas: solo podemos conocer a priori de las cosas aquello que antes hemos puesto en ellas. El giro copernicano se refiere al hecho de que solo podemos comprender el conocimiento a priori si admitimos que sólo conocemos los fenómenos y no las cosas en sí mismas o noúmenos, si admitimos el Idealismo Trascendental como la filosofía verdadera.

La filosofía kantiana: el Idealismo Trascendental

El Idealismo Trascendental es la culminación del pensamiento moderno, que comienza con el planteamiento cartesiano del problema del conocimiento: para tener conocimiento estricto es preciso remitirse al sujeto del conocimiento (al "cogito") sólo así tendremos una evidencia tan poderosa como para fundamentar el resto del saber; pero esto se consigue a costa de problematizar el conocimiento de la realidad externa. El empirismo continúa en esta misma línea al considerar que el conocimiento inmediato versa sobre las ideas o percepciones y no sobre las cosas en sí mismas y al sugerir que los grandes problemas de la objetividad (el mundo teórico y el mundo práctico) han de resolverse tras el análisis de los procesos psicológicos gracias a los cuales el sujeto tiene experiencia de los objetos; pero el sujeto del que hablan los empiristas es un sujeto empírico. Kant recoge esta línea de explicación mostrando que debemos reflexionar sobre el modo de conocer para descubrir los elementos, fundamento y límites del saber, pero pone como sujeto a un sujeto distinto: el Sujeto Trascendental, que no se puede identificar con el yo empírico, contingente, hecho de este modo pero pudiendo ser de otra forma; el Sujeto Trascendental es el sujeto metaempírico del cual se predican las distintas formas aprióricas y que realiza las distintas síntesis que dan lugar a la constitución de los fenómenos. La consecuencia es un giro completo en la comprensión del conocimiento y la separación radical entre la filosofía y el sentido común: el conocimiento universal y necesario no se puede explicar si consideramos que el sujeto es pasivo cuando conoce, pero sí al considerar que el sujeto pone algo en el objeto conocido y lo modela a partir de las estructuras de nuestras facultades cognoscitivas (las formas de la sensibilidad y las categorías del entendimiento). En cuanto a la segunda cuestión, debemos recordar que la posición ingenua, y toda la filosofía anterior a la modernidad, mantiene una concepción realista del mundo: en lo esencial el mundo es tal y como lo conocemos; en lo esencial los objetos y sus propiedades y relaciones existen independientemente de la experiencia que podamos tener de ellos; esta es la tesis característica del realismo. Pero con la modernidad (con Kant) aparece la concepción idealista: no sabemos cómo puede ser el mundo independientemente de nuestra experiencia de él; todo objeto del que tenemos experiencia ha quedado influido por la estructura de nuestro aparato cognoscitivo. Estas ideas nos llevan a dos conceptos fundamentales del Idealismo Trascendental: el concepto de Noúmeno y el de Fenómeno. El Noúmeno (o Cosa en sí) es la realidad tal y como pueda ser en sí misma, independientemente de nuestra experiencia de ella; la filosofía premoderna pensaba que nosotros podíamos conocer las cosas en sí mismas, aunque cada escuela dijese algo distinto relativo al ser de dichas cosas; el Fenómeno es una realidad dependiente del Sujeto Trascendental, es la realidad estructurada por las formas de la sensibilidad y las categorías del entendimiento; la realidad tal y como la experimentamos. El sujeto cuando conoce no deja intacta la realidad conocida, la constituye en el propio acto del conocimiento. Por ello, el Idealismo Trascendental se puede resumir en la afirmación de que sólo conocemos fenómenos.

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