lunes, 8 de abril de 2013


                           VITALISMO
¿En qué consiste?
A mediados del siglo XIX, un conjunto de pensadores va a establecer una filoso­fía cuyo eje va a ser la "exaltación de lo vital y de lo afectivo", frente a un excesivo racionalismo propio del idealismo de Hegel o un excesivo mecanicismo propio del positivismo de Comte. Se trata de las "filosofías de la vida o vitalismo" que defienden el "irracionalismo y la afirmación de la vida como realidad radical del ser humano"
Aparecen estas filosofías vitalistas en un momento en el que el mundo cultural europeo se halla inmerso en concepciones mecanicistas y deterministas de la reali­dad. Las características principales del "vitalismo" son:
— La vida es la realidad primordial sobre la que debe reflexionar el filósofo.
— La vida no es una máquina, sino algo fluyente, libre, espontáneo.
— El hombre por encima de todo y antes que todo es vida, es decir, sentimiento, voluntad, instinto.
— Frente a lo estático, racionalista y material, se valoriza lo dinámico, interior, singular y vivencial.
Pero quizá podemos entender mejor la corriente vitalista a través del estudio de dos autores que, si bien sostienen ideas opuestas son considerados como vitalistas:

Nietzsche especialmente y Bergson.

FRIEDRICH NIETZSCHE (1844-1900)

Vida
1844    Nace en Rócken, ciudad alemana cercana a Leipzig. Su padre y sus dos abuelos eran pastores protestantes.
1849       A la muerte de vanos de sus familiares, realiza sus estudios primarios en un ambiente religioso
1858-64 Recibe una sólida formación humanística basada en el estudio de los clá­sicos; tiene gran sensibilidad para la música.
1864      Estudia en la universidad de Bonn teología y filosofía clásicas. Se opone a ser pastor protestante.
1868    Conoce a Wagner, al que admira por su espíritu libre, y ve en él surgir los valores clásicos germánicos frente al cristianismo. Es nombrado catedrá­tico de Filosofía clásica en la universidad de Basilea (Suiza).
1870    Se enferma con grandes dolores de cabeza.
1873-76 Se separa de Wagner por la ópera "Parsifal". Se convierte en un solitario vagabundo. La mujer más influyente en su vida es su hermana, pero se enamora de Lou Salomé (finlandesa), que no se quiso casar con él.
1878-88 En estos años escribe sus más importantes obras.
1889    Ingresa en una clínica en Basilea, en la que le diagnostican reblandeci­miento cerebral y parálisis progresiva.
1900    Después de años de vida prácticamente vegetativa muere de apoplejía.

Trayectoria intelectual de Nietzsche
La tarea filosófica que se propone Nietzsche tiene una doble vertiente:
a) Una vertiente negativa, de crítica de los principales conceptos de la religión, la filosofía y la moral que tradicionalmente han servido para explicar el mun­do de la cultura occidental.
b) Una vertiente positiva, el intento de comprensión y explicación de la vida, como el trasfondo profundo de lo que todo surge. Pero para esta explicación, esta develación de la realidad oculta utiliza el método de genealogía, no la hace a través de una exposición sistemática de sus ideas, sino siguiendo el desarrollo de unos temas que van surgiendo a lo largo de su obra, entre los que sobresalen: "muerte de Dios", el "superhombre", la "voluntad de poder" y el "eterno retorno".
Por eso puede seguirse el hilo del proceso de elaboración progresiva de sus ideas de forma tal que cada una de sus ideas prefigura, en cierto modo, la siguiente, hasta llegar a la que él mismo considera una exposición completa de su pensamiento.
Nietzsche es un gran escritor, lo que facilita y hace especialmente interesante su lectura. Sin embargo, su estilo aforístico, de frases breves, está lleno de metáforas, en cierto modo de "máscaras", bajo las que se ocultan ideas cuyo sentido y alcance con frecuencia son difíciles de entender. Su obra se ha dividido en distintos períodos para explicar el desarrollo de su pensamiento.

Período romántico (1871-1878)
Es un periodo en que se encuentra bajo la influencia de Schopenhauer y Wagner, y también de la filosofía griega, de la que como filólogo, ha llegado a ser un profun­do conocedor. Hace una valoración muy positiva de los presocráticos, a los que lla­ma "filósofos trágicos" y en particular de Heráclito, mientras considera a Sócrates y a Platón como destructores del pensamiento trágico.
Este período comprende tres obras:
El nacimiento de la tragedia griega en el espíritu de la música (1871), escrita como homenaje a Wagner, a quien la dedica. Para Nietzsche, en este momen­to, la obra de Wagner tiene la misma categoría que la tragedia antigua. En esta obra compara la cultura griega presocrática y la posterior a Sócrates. Inicia su crítica de la filosofía socrática y platónica, a las que considera decadentes, al igual que la cultura alemana contemporánea, de la que sólo se salva la música de Wagner.
Sobre la verdad y mentira en sentido extramural (1873). En ella estudia el origen de los conceptos (genealogía) a partir de la pérdida de la capacidad metafórica del lenguaje, y el papel que éste desempeña como reflejo de necesidades profundas e inconscientes del hombre.

Consideraciones intempestivas (1873-74). Son cuatro consideraciones y en cada una de ellas aborda un tema:
- la primera la dedica a Strauss, en la que hace un ataque a la cultura ale­mana, a la que él considera muy satisfecha de sí misma. Tras la guerra de 1870 y el consiguiente éxito del Imperio Alemán, la cultural imperial le parece sin sentido.
 - la segunda hace una crítica al método histórico que ve como síntoma de decadencia cultural.
 - la tercera y cuarta, están dedicadas a Schopenhauer y Wagner. En ellas traza la imagen del "genio" como el centro esencial de una cultura futura. A través del genio se hace patente el fondo del mundo, de la vida
 Período positivista o ilustrado (1878-83)
En este período se aparta de la influencia de Schopenhauer y Wagner. despertan­do del sueño romántico de su veneración por los héroes. Este periodo es el más difícil de interpretar, pues parece que se da una inversión de las ideas sostenidas hasta entonces. Pero se trata más bien de una evolución de su pensamiento que en cierto modo prepara las etapas posteriores.
Si en el periodo anterior Nietzsche considera que la religión (entendida a la manera griega), la metafísica y el arte eran superiores a las ciencias como medios para llegar al fondo del ser del mundo, ahora condena a la metafísica, la religión y el arte.
La ciencia, como reflexión crítica, pasa a ser el modo de acceso a la realidad más profunda. Nietzsche usa la ciencia como critica, pues no se trata de la investigación de una parte de la realidad, sino de demostrar el carácter ilusorio de la metafísica, la religión, el arte y la moral. Emplea como método el análisis y la historia: el análi­sis entendido como disección crítica de un fenómeno aparentemente sencillo en su estructura compleja y en sus múltiples relaciones, y la historia, como medio para entender al hombre como resultado de procesos históricos.
Las obras de este periodo son:
Humano, demasiado humano (1878-79). En ella trata de demostrar que la experiencia y los conocimientos humanos pueden ser explicados sin necesidad de supuestos metafísicos o religiosos. El hombre ha colocado sobre su vida pesos in­mensos (inclinándose ante lo sobrehumano, adorando lo que él mismo ha creado) y se ha perdido como hombre, se ha hecho esclavo. Religión, metafísica y moral son formas de esta esclavitud a la que se ha sometido el hombre.
El descubrir el trasfondo "demasiado humano" de todo lo "ideal" puede dar lugar a una reconversión del hombre, a un cambio de actitud fundamental Aparece ya en esta obra el estilo aforístico que empleará en sus siguientes escritos.

Aurora. Pensamiento sobre prejuicios morales (1881). En ella realiza una primera crítica a la moral en términos próximos a los que utilizará en su último periodo
La gaya ciencia o gay saber (1882). Trata de la liberación del hombre de sus esclavitudes, desenmascarando las figuras de "santo", "artista", "sabio" y negando el sentido trascendente que pueden tener esas grandes ideas. Habla por primera vez del "eterno retorno" y de la "muerte de Dios"
En estas tres obras, Nietzsche plantea la liberación del hombre y lo hace a través de un método que utilizará en todas sus obras: la genealogía, con el cual trata de explicar el origen psicológico de los conceptos metafísicos, religiosos y morales con el fin de desenmascarar la mentira que ocultan.

Período de fundamentación filosófica (1883-85)

Es el período donde Nietzsche desarrolla las ideas más originales de su filosofía. De este período es la obra más importante:
 Así habló Zaratustra. Es su obra clásica, más poética, escrita además en tono profetice, como una nueva Biblia. Ha sido la obra más leída y quizá la peor interpre­tada. Desde el punto de vista de la forma es una obra difícil, pues usa muchas metáfo­ras como recurso fundamental, y no utiliza conceptos especulativos en la exposición de sus ideas, sino imágenes; la obra es algo intermedio entre la poesía y la filosofía.
Se trata de un conjunto de discursos unidos por una fábula, cuyo argumento es el siguiente: Zaratustra (profeta persa que practicó la moral del esclavo y se convierte) se retira a la montaña al cumplir los 30 años y allí vive en compañía de dos anima­les: el águila, que simboliza el orgullo, y la serpiente, que simboliza la inteligencia. Zaratustra alcanza con ellos la sabiduría y decide bajar a predicarla a los hombres.
A lo largo de su predicación va exponiendo sus ideas; cada parte de la obra contiene una idea central:
— en el prólogo describe al "superhombre", y al "último hombre".
— en la primera parte, trata "la muerte de Dios".
— en la segunda, la "voluntad de poder".
— en la tercera, que para él es la fundamental, "el eterno retorno".
Periodo crítico (1885-89)
Lo característico de este periodo es lo que llama la "filosofía del martillo" En él ataca duramente a la filosofía, la religión y la moral tradicionales, ya que considera necesaria la destrucción de éstas para abrir caminos al proyecto creador de la exis­tencia. Es necesario destruir al hombre tal como es para que pueda surgir el "super­hombre", el que conoce la muerte de Dios, la voluntad de poder y el eterno retorno.
El método que emplea es la "genealogía", el desenmascaramiento psicológico; descubre qué se oculta tras los valores más acentuados de la cultura occidental. Para Nietzsche, lo que consideran "objetividad" de los valores no es más que una proyección que realiza el hombre, pero que luego olvida. La vida humana es crea­ción de valores, pero con frecuencia esto se desconoce y se acepta lo que la vida misma ha creado como si viniera impuesto desde fuera. Así se admite la obligatorie­dad de la ley moral, de lo que resulta autoalienación del hombre.

Las obras de este periodo son las más críticas de todo el pensamiento de Nietzsche:
Más allá del bien y del mal (1886). En ella reitera la crítica a la filosofía, la religión y la moral y considera a los "filósofos" como a hombres dirigidos por pre­juicios morales, a los "religiosos" como neuróticos y a los "moralistas" como venga­tivos.
Genealogía de la moral (1887). Continúa los temas iniciados en Aurora y realiza una crítica de los valores tradicionales de la moral occidental.
Crepúsculo de los ídolos (1888). Critica todo lo que se ha llamado "verdad" porque en verdad es un ídolo. Sobre todo critica la verdad de los filósofos.
El Anticristo (1888). Ataca a la religión y en especial a la moral cristiana.

Ecce homo (1888). Analiza su propia obra. Es una especie de autobiografía.
La voluntad de poder. Se publicó después de su muerte. La considera como la obra más independiente de la humanidad. Sus editores fueron los encarga­dos de publicarla siguiendo los esbozos de Nietzsche. En ella aparecen las cuatro ideas fundamentales de la obra Así habló Zaratustra, representadas en cuatro libros:
- los dos primeros tratan de la "muerte de Dios".
- el tercero, trata de la voluntad de poder.
- el cuarto, del "superhombre" y "el eterno retorno".
En ella habla del "nihilismo" como la situación de nuestro tiempo, en el que se inicia el proceso de autosuperación de los ideales filosóficos, religiosos y morales que ha criticado en sus obras anteriores. Con las obras de este período, Nietzsche se propone eliminar el dogmatismo teórico de los valores, y hace ver cómo el hombre crea los valores. La transmutación de los valores supone una inversión del sistema de valores dominante que busca eliminar la autoalienación de la existencia, al mos­trar que detrás de todos los valores se encuentra la "vida", la vida como voluntad de poder que gira, en eterno retorno, en el círculo del tiempo.

La vida es, por tanto, el fundamento último de todos los valores; éstos sólo exis­ten en la medida en que la vida los dicta.

Los grandes temas de la filosofía de Nietzsche

Ya en el Nacimiento de la tragedia se esbozan temas fundamentales de la filoso­fía de Nietzsche. En ella describe:

- la "vida", como el fondo originario y profundo del que surge todo lo concreto, individual y cambiante.

- el "arte", como el mejor órgano para interpretarla, en lugar de la ciencia y la filosofía.

- la "intuición", como método de comprensión de la vida, contrapuesta a la razón.

La filosofía como visión trágica de la vida
Nietzsche inicia haciendo una descripción del desarrollo de la cultura griega, pero no utiliza conceptos (pues dejan escapar aspectos concretos y cambiantes de la vida) sino que utiliza metáforas:

a) Contraposición de lo "apolíneo y lo dionisiaco". Considera que la cultura griega había sido conducida por dos fuerzas estéticas (lo apolíneo y lo dionisiaco) que se combaten mutuamente pero que no pueden existir una sin la otra.
Estas fuerzas estéticas son:
— "Lo apolíneo", que representa el orden, la luz, la medida, la forma; es promo­vida por el dios Apolo.
— "Lo dionisiaco", que representa la vida, la embriaguez, la alegría desbordan­te de vivir, fuerza que rompe todas las barreras e ignora todas las limitacio­nes; es promovida por el dios Dionisio.
b) Juego trágico. El fenómeno de lo trágico ve la verdadera naturaleza de la realidad. Lo trágico es un principio cósmico- El mundo es un "juego trágico" (la lucha entre Apolo y Dionisio) y la tragedia es la llave que proporciona la compren­sión del mundo.

La visión trágica del mundo nos la presenta como una realidad en la que la vida y la muerte, el nacimiento y la decadencia se entrelazan; ambos son sólo aspectos de la vida. "El camino hacia arriba y el camino hacia abajo son uno y el mismo, "había dicho Heráclito.
¿Cómo se llega a captar la vida? Nietzsche dice que por medio de la "intuición". La "intuición" (entendida como una especie de adivinación, de mirada que penetra como un rayo en la esencia de las cosas) es el modo de captación de ese fondo oscuro y profundo que es la vida. La vida escapa a toda comprensión conceptual y sólo a través del arte se logra su expresión
Para Nietzsche la filosofía es arte, una sabiduría trágica, una mirada que penetra en la lucha originaria de los principios antagónicos de Dionisio y Apolo, visión de la batalla entre el fondo vital inferior, que engendra todo y que todo lo devora. Con la racionalidad socrática llega la decadencia de la cultura griega y de la auténtica filosofía y comienza la época de la razón y del hombre teórico. Con Sócrates, Grecia pierde su seguridad en el "instinto"
El "socratismo" es el fenómeno contrapuesto a lo "dionisiaco", por lo que signi­fica predominio de lo "lógico" de la racionalidad intelectual incapaz de captar la vida que fluye.

Teoría del conocimiento
En la obra "Sobre verdad y mentira en sentido extramoral", Nietzsche expone su teoría del conocimiento al estudiar el papel que desempeña el intelecto humano y el papel del lenguaje en la formación de conceptos. Para él, el intelecto humano es un recurso de los "seres más infelices" que cumple la función de conservarlos en la existencia.
En un estado natural de las cosas, el individuo, en la medida en que se quiere mantener frente a los demás individuos, utiliza el intelecto, la mayor parte de las veces, para "fingir". Pero al necesitar vivir en sociedad, y para evitar la guerra de todos contra todos, se "fija" lo que a partir de entonces ha de ser "verdad". Se inven­ta una designación de las cosas uniformemente válida y obligatoria (que es, por lo tanto, convencional) y surge así el contraste entre la verdad y la mentira. La verdad no depende de las cosas mismas sino del uso correcto de las convenciones del len­guaje. La mentira del intelecto consiste en hacer creer que se capta la vida a través de los conceptos.
Nietzsche se pregunta, ¿qué sucede con las convenciones del lenguaje si concuerdan las designaciones y las cosas? El mismo responde que con las palabras no se llega jamás a la verdad Las pala­bras designan puras metáforas de las cosas, aún en su designación individual. Se convierten en conceptos cuando adquieren un uso aplicable a una pluralidad de individuos, cuando dejan de referirse a la experiencia singular. Todo concepto se forma por equiparación de cosas no iguales abandonando las diferencias individua­les, cuando la naturaleza no conoce formas ni conceptos.

El concepto es, pues, el residuo de una metáfora y éstas a su vez son reflejos del hombre, pues de lo que se trata en el conocimiento es de hacer comprensible el mundo como cosa humanizada. El hombre crea los conceptos y luego se olvida (ol­vido inconsciente) de que es él mismo quien los ha creado.

Nietzsche contrapone este nombre "conceptual", que no puede conocer las cosas como son, al hombre "intuitivo" quien valiéndose de la intuición y gracias al arte. puede llegar a comprender la vida mejor que el científico Y termina afirmando que, allí donde el hombre intuitivo predomina, consigue configurar una cultura y esta­blecer el dominio del arte sobre la vida, mientras el hombre que se guía por el concepto y por abstracciones sólo consigue la desgracia.

Crítica de la cultura occidental
Nietzsche afirma que la cultura occidental está viciada desde sus orígenes, pues es una cultura que se opone a la vida, a los instintos, es una cultura empeñada en instaurar la racionalidad de la vida, por lo tanto, es una cultura decadente y dogmá­tica. A partir de estos supuestos, realiza una crítica despiadada de. lo que considera los pilares de la cultura occidental: "la filosofía", "la religión" y en especial "la moral".

 Critica a la filosofía (metafísica)
La filosofía tradicional considera el "ser" como algo estático, fijo, inmutable, abstracto. El "ser", el absoluto, el bien, lo verdadero, etc. desde su dimensión meta­física, son idénticos, y en consecuencia, no están sujetos al devenir. Nietzsche con­sidera que el "ser metafísico", es absurdo y sólo puede considerarse como un valor subjetivo y ficticio, que no es posible conocerlo ni demostrarlo.
El afirma: "que sólo el devenir es", es decir, el mundo delimitado por el espacio y por el tiempo, y que puede ser experimentado por los sentidos. De aquí que admire a Heráclito, del que dice: "el único filósofo que no ha falseado la verdad". El filósofo que inicia la "racionalidad" y suplanta a los instintos es Sócrates, pues con su ecuación: "razón = virtud = felicidad", se opone a la vida de los instin­tos.
Pero el filósofo que inicia la metafísica, según él, fue Platón, que con su "egipticismo" (seducido por los sacerdotes en su viaje a Egipto) introdujo el "moralismo" en filosofía, algo tan extraño a la esencia griega. Platón fue el inicia­dor de una interpretación moral del "ser" (recuérdese que la Idea suprema es para Platón la Idea del Bien) y con ella sustituye la interpretación que del mundo se hacían los presocráticos, que estaban más cerca de la realidad.
Nietzsche critica a la filosofía (metafísica) porque:
- hace una minusvaloración de lo cambiante, del devenir, rechaza el mundo real espacio-temporal, y desprestigia el conocimiento sensible.
- se guía por conceptos superiores y generales (metafísicos) que son vacíos.
Considera que a la filosofía tradicional hay que darle la vuelta, pues en vez de partir de conceptos metafísicos, debe partir del único mundo real que existe, que fluye, que cambia, que deviene y del conocimiento sensible. También critica los aspectos mecanicistas y positivistas de la ciencia, porque la ciencia no interpreta fielmente la realidad. Las cosas no se comportan regularmente de acuerdo a una ley, sino que fluyen sin obediencia a algo impuesto.

Crítica a la religión
Nietzsche aplica a la religión una crítica similar a la realizada con la filosofía. Rechaza cualquier pretensión de verdad en ella. En este sentido dice: "Toda reli­gión ha nacido de las angustias y de las necesidades, de la impotencia que siente el hombre en sí mismo; se ha deslizado en la existencia a través de los errados caminos de la razón". Concretamente el "cristianismo" ha invertido los valores religiosos de Grecia y Roma, que eran valores de vida, y los ha suplantado por valores como obediencia, sacrificio y humildad.
En su obra El Anticristo es donde ataca a la religión con más fuerza. El cristia­nismo es la manifestación más fuerte que se ha dado en la historia universal del "extravío de los instintos". Es un platonismo para el pueblo. Subraya el carácter pesimista de la religión cristiana, "El cristianismo es la veni­da del pesimismo... de los débiles, de los inferiores, de los tristes y de los oprimi­dos". Con sus prescripciones tales como la soledad, el ayuno, y la abstinencia sexual, conlleva no sólo a una enfermedad de la vida (neurosis) sino también a un predomi­nio de valores vulgares.

• Crítica a la moral
La crítica más profunda de Nietzsche a la cultura occidental es la critica a los valores morales. Las manifestaciones filosóficas, científicas, y religiosas de una ci­vilización son, en último término, manifestaciones de un sistema de valores. La preocupación moral, es sin duda, la principal en su filosofía. En su obra: Más allá del bien y del mal, analiza el origen de la moral entre los griegos y la transfor­mación que los conceptos morales sufren a partir de Sócrates y de Platón
Los primeros griegos practicaban la "virtud" (equivalente a fuerza, nobleza y poder); a partir de Sócrates la virtud se convierte en "renuncia" a los placeres, las pasiones, las ambiciones; el único bien que admiten es la "sabiduría". El "resentimiento", es decir, la "reacción" (típico de los sacerdotes), es el gene­rador de los nuevos valores del esclavo; ajeno al mundo griego, surge en el judaísmo y se instaura en el cristianismo.
La moral tradicional es antinatural y "ha sido distinguida con los máximos ho­nores, quedando supeditada sobre la humanidad como ley, como imperativo categó­rico. Esta moral pretende que el hombre sea bueno, modesto, diligente, bien intencio­nado y moderado. Pero esto es su conversión en el esclavo ideal, el esclavo del futuro.

La moral tradicional, y más concretamente la moral cristiana, aboga por un mundo situado en el más allá e identificado con el mundo de las ideas absolutas de Platón. "Resultado": este mundo no vale nada y debe existir otro mundo verdadero. Es una constante histórica que el triunfo de: "un ideal moral se logra por los mismos medios inmorales que cualquier otro triunfo: la violencia, la mentira, la difamación y la injusticia"

La práctica de la moral tradicional provoca una alienación de la personalidad. Se proyecta en el ser perfecto, que es Dios, el ejercicio de lo valioso, y reduce al hombre en la práctica de lo vulgar. Nietzsche distingue dos tipos de moral: moral de los señores y moral de los esclavos.
— La "moral de los señores" es una moral activa y creadora, que implanta valo­res determinados por el que tiene "voluntad de poder" Es una moral propia de los espíritus elevados, de los que aman la vida. el poder, la grandeza, el placer. Es propia del "superhombre"
En este tipo de moral es despreciado el cobarde, el miedoso, el mezquino, el utilitarista, el desconfiado, el que se rebaja a si mismo, el que se deja maltratar, el adulador, el mentiroso. ... El que se rige por la "moral de los señores" es el hombre que se siente a sí mismo como determinador de valores y defiende la autoglorificación. Nietzsche lo llama "aristócrata".

— La "moral de los esclavos" se caracteriza por el instinto de venganza, de resentimiento a toda forma de vida que sea superior, la mirada del esclavo no ve con buenos ojos las virtudes del poderoso. El escepticismo, la desconfianza y la no crea­ción de valores, serán sus características. Esta moral pretende nivelar e igualar a todos los hombres, mediante la comprensión, la paciencia, la diligencia, la humil­dad, la amabilidad, etc.
Establecida la distinción entre la moral de los señores y la moral de esclavo, Nietzsche va a considerar la historia de la cultura occidental como un creciente ascenso de los valores plebeyos (moral de esclavos) que culminará en los movimien­tos sociales de emancipación que se inician en la Revolución Francesa (movimien­tos democráticos, socialismos, anarquismos) concepción que facilitó la utilización política que de su filosofía hizo el "nacismo".
Pero la crítica más radical de la moral la hizo en su obra: "Genealogía de la moral" en la que adelanta una teoría de la "génesis" de la conciencia moral en la línea que luego desarrollará Freud. La conciencia moral es un instinto de crueldad refrenado en su desahogo hacia fuera y que por ello se ha vuelto hacia dentro. La crueldad forma parte de la esencia del hombre, pero el instinto de crueldad se ha domesticado, se ha reprimido en los pueblos moralizados, por ello pasa a ser un trasfondo oculto de la cultura humana. Para él la interioridad (la conciencia) es el resultado de la inhibición de los instintos.

El nihilismo
Podemos resumir las criticas anteriores diciendo que frente a los antiguos valo­res griegos que expresaron la vida misma, en la cultura occidental sólo ha quedado lugar para ideas conceptualizadas, alejadas de todo lo que podemos sentir como vida; nos hemos quedado con palabras vacías de contenido. Esta decadencia de los valores griegos, de los auténticos valores de la vida, esta pérdida de sentido de la existencia es lo que Nietzsche llama "nihilismo".
Podemos decir con Hans Küng que el nihilismo es, según Nietzsche, "el conven­cimiento de la inanidad, la incoherencia, el sinsentido y el sin valor, de la realidad". El "nihilismo", por tanto, es la consecuencia propia de la "ausencia de valores". Por la vía del conocimiento también se puede caer en el "nihilismo", mantenien­do como "verdad" lo que es fuente de la "racionalización". Así pues, términos como "Dios, más allá, vida verdadera, salvación, bienaventuranza", son sinónimos de "nada".

Conclusión

Hasta aquí, hemos visto la vertiente "negativa" o crítica de los principales con­ceptos de la filosofía, religión y la moral que tradicionalmente han vivido para ex­plicar el mundo de la cultura occidental. Pero esta parte negativa exige "dialécticamente" una parte "positiva": es negar para afirmar, destruir para crear, aniquilar para producir. Sólo un cambio de valo­res, que afirmen la vida, permitirá la superación del "nihilismo", de esta negación de la vida, que han llevado a cabo los filósofos, la religión y la moral e incluso la ciencia.
La nueva civilización
En esta segunda parte de su obra, Nietzsche va a plantear, a través de temas como: la "muerte de Dios", el "superhombre", la "voluntad de poder", el "eterno retorno", la superación de este "nihilismo".
La muerte de Dios
Con el término "muerte de Dios" se hace alusión al creciente abandono de la visión religiosa cristiana del mundo que se venía dando en la cultura europea a partir del Renacimiento y que sigue a través del empirismo inglés, ilustración y posteriormente lo que se llamó "proceso de secularización de la cultura europea". Este abandono se fue manifestando en una sustitución progresiva de la idea su­prema de Dios como sentido del mundo, respaldo de la autoridad establecida, ga­rante del orden social, etc., por otras ideas como la "razón, progreso, religión natu­ral, etc."
Nietzsche pretende apurar las consecuencias de la significación histórica de la muerte de Dios, en relación sobre todo con el comportamiento del hombre. Dios significa para él una forma determinada de concebir la realidad (una determinada ontología) y, a la vez, una determinada moral que es hostil a lo que se llama "el sentido de la tierra". La idea de Dios es para él "el vampiro de la vida". ¿No habéis oído hablar de ese hombre loco, que, en pleno día, encendía una linterna y echaba a correr por la plaza pública, gritando sin cesar: Busco a Dios, busco a Dios? Como allí había muchos que no creían en Dios, su grito provocó hilaridad. -Qué ¿se ha perdido Dios?, decía uno. -¿Se ha perdido como un niño pequeño?, preguntaba otro. -¿O es que está escondido? ¿Tiene miedo de nosotros? ¿Se ha embarcado? ¿Ha emigrado? Así gritaban y reían en confusión. El loco se precipitó en medio de ellos y los traspasó con su mirada. ¿Dónde se ha ido Dios? Yo os lo voy a decir, les gritó. ¡Nosotros le hemos matado, vosotros y yo! ¡Todos nosotros somos sus asesinos!
F. NIETZSCHE: El gay saber. Parágrafo 125. El hombre loco.

La muerte de Dios es para Nietzsche el más grande de los últimos acontecimien­tos. Significa una crítica radical a la religión, a la moral y a la metafísica, es decir, la destrucción de los valores absolutos. El lugar de Dios lo ocupará la vida y el "superhombre" será el creador de los nuevos valores. La "muerte de Dios" es el tema central de la primera parte de "Así habló Zaratustra", que comienza con un discurso de las tres transformaciones.
Según él, la transformación del hombre en superhombre pasa por tres cambios sucesivos:
a) "El espíritu se convierte en camello": el camello, junto con el asno, es el animal del desierto que transporta grandes cargas y obedece a su amo sin quejarse. El camello simboliza al hombre que se inclina ante la omnipotencia de Dios, y ante la ley moral, arrastrando así grandes pesos.
b) "El camello se convierte en león": el hombre-camello cansado por el peso de la carga (valores establecidos) se revela contra su amo y lo derriba (destruye los valores establecidos). Entonces se convierte el hombre en león, fiera (cri­tico de si mismo) que impone a través de la fuerza (voluntad) las condiciones para la producción de un nuevo hombre (superhombre).
c) "El león se convierte en niño": a medida que va quitando las cargas es capaz de crear, de proyectar nuevos valores, esencia originaria y auténtica libertad, a la que Nietzsche alude una vez más en la metáfora del "juego".

La muerte de Dios abre dos posibilidades al ser humano:
— un empobrecimiento del hombre en un ateísmo superficial y un desenfreno no moral, (esto es lo que significa, con la imagen del "último hombre,
— o la proyección consciente de nuevos ideales creados por el "superhombre".

El superhombre
A partir de la transformación en niño es cuando empieza a surgir el "superhom­bre". El niño, inicio del superhombre, sólo se preocupa de la vida, sin trabas de ninguna naturaleza. Valora la vida corporal, la salud, el placer, las pasiones, la violencia, la victoria, el éxito. Es fiel a lo terreno, a lo que pisa, es el más acá lo que le preocupa hasta que lo viva con toda intensidad. A través del niño se manifiesta la vida.
En el prólogo de Así habló Zaratustra presenta la figura del "superhombre", como ser que conoce la muerte de Dios y que renuncia a los sueños ultramundanos para volverse a la tierra. Zaratustra en su descenso de la montaña se encuentra primero con un "eremita" que no ha oído hablar de la muerte de Dios. Llega a la ciudad y en el mercado intenta hablar al público, pero el fracaso es total pues se burlan de él. Comprende entonces que hablar a todos es no hablar a nadie y, después de enterrar al "volatine­ro" que se estrella mientras divierte al público, regresa a la montaña y decide hablar sólo a aquellos que tengan todavía "oídos para oír cosas inauditas".
El "superhombre" no ha existido aún (lo hemos visto en la predicación de Zaratustra); se trata de preparar el mundo para la venida del "superhombre". El superhombre es la meta del hombre y se presenta como una decisión de los más fuertes, de los más lúcidos, que son los que han de preparar su venida. Nietzsche en sus obras muestra diversas prefiguras del superhombre:

    "El genio": es el hombre caracterizado por la sabiduría, que posee una visión cósmica, que constituye su destino. A este "genio" no se le puede comprender desde perspectivas meramente humanas; su característica principal es la "gran­deza", ya que consiste en estar abierto al "juego dionisíaco" y expresarlo con la palabra, con la figura y la música.

    El "genio" es el instrumento a través del cual se manifiesta el fondo creador de la vida: es el "artista", por eso el arte, la creación artística, es el reflejo de la vida. (Ya vimos que identificó en un primer momento a Wagner con la figura del genio),

 "El espíritu libre": junto a la figura del genio sitúa también al "sabio", al científico, como prefiguras del superhombre. Al sabio lo identifica con el "espíritu libre" y sus características son la audacia y el afán experimentador.

Este afán abarca al sujeto, al mundo y a Dios. No respeta nada y es capaz de desenmascarar lo que se oculta tras el "ideal". El "espíritu libre" lo es, no porque viva de acuerdo con el conocimiento científico, sino porque utiliza la ciencia como medio para liberarse de las esclavitudes de la existencia: los ideales, la religión, la metafísica y la moral. Se descubre a sí mismo como el que dicta los valores. Adquiere la posibilidad de proyectar nuevos valores y de invertir los existentes.

La voluntad de poder
Es la idea básica de la segunda parte de "Así habló Zaratustra". Es en el capítulo titulado "De la superación de sí mismo" donde define más claramente lo que entien­de por "voluntad de poder": "la lucha de la vida que tiene que superarse a sí misma continuamente, que determina todo lo existente". La vida es la lucha constante y antagónica de lo existente individual contra todo lo demás.
Dice Hans Küng: "Por todas partes se trasluce aquí claramente el padrinazgo de Darwin: la fuerza (el poder) de la vida y su evolución; la lucha por la existencia en la que sólo sobreviven los más fuertes, elección y selección de los más capacitados". La voluntad de poder lleva a Nietzsche hacia el tema del "tiempo", pues toda voluntad de poder termina al chocar con la inmutabilidad del tiempo ya transcurri­do. La voluntad de poder podría referirse al presente y al futuro, pero no al pasado, y sin embargo, ¿no podría esta voluntad abarcarlo también? Surge así el tema del tiempo y la idea del "eterno retorno".

El eterno retorno
Se trata del problema de la relación de la voluntad de poder con el tiempo: pre­sente, pasado y futuro. Nietzsche considera que la idea del "eterno retorno de lo mismo" era su pensa­miento más profundo; sin embargo, es uno de los temas menos elaborados, desde el punto de vista teórico. Cuando se admitía la idea de Dios se consideraba que de El manaba el tiempo y a El volvía. Las cosas perecederas y caducas eran barridas por el tiempo y sólo se escapaba lo espiritual, que retornaba a su verdadera patria eterna (en Platón, al mundo de las Ideas). Todo aquello que no puede escapar al tiempo debe desaparecer.
Cuando la ilustración rechaza la idea de un Dios providente, que interviene en el mundo, se sigue admitiendo la diferencia entre lo temporal y lo eterno. Así Hegel considera que la individualidad finita debe pagar el tributo de su muerte a lo infini­to y universal. Lo que Nietzsche pretende es precisamente recobrar la "eternidad" para lo inma­nente, anulando la dicotomía de los dos mundos y recuperando así el sentido de la tierra. Trata de negar la condición perecedera de lo real. Lo que realmente es, es el "instante" que se desvanece y esto es lo que hay que amar. Para que pueda haber creación (y este es el designio de la voluntad de poder) tiene que haber destrucción.
Parece ser que la voluntad de poder es capaz de crear el futuro, el tiempo "hacia adelante". Pero ¿y el tiempo pasado9 En una concepción lineal del tiempo, el pasado es irreversible y no puede rectificarse, pero ¿y si la voluntad de poder quisiera ir hacia atrás? Responde: "Acaso el adelante y el atrás del tiempo sea una ilusión, que la voluntad de poder puede hacer desaparecer. Quizá todo esté por delante y a la vez todo hubiese ocurrido. Parece que el eterno sino del morir y volver a existir se repite eternamente para todos.

Según esto, su pensamiento, es que esta vida hay que vivirla infinitas veces con cada dolor y cada alegría. Pero Nietzsche añade que "la repetición de lo mismo es desesperante para el que no ama la vida, entonces vuelve sobre la idea del "instante". Es el superhombre el que puede llegar a comprender que ningún "instante" tiene justificación más allá de si mismo y que, además, en el "instante feliz" está la justificación del pasado y de lo futuro. En ese instante se anuda el tiempo. Esto no todos los hombres son capaces de comprenderlo y sobre todo de aceptar­lo; pues se trata de aceptar todo el contenido (tanto lo bueno como lo malo) del mundo una y mil veces.
Pero llegará el día que el mundo de Zaratustra será entendido y aceptado por todos los hombres, incluido el más sometido, el más esclavo, pues habrá roto las cadenas y amará la vida e incluso deseará revivirla.

 ACTIVIDADES

A.   De comprensión:
1. Di qué significado tienen en el contexto del tema y qué autor utiliza los tér­minos que siguen a continuación: vivencia, apolíneo, socratismo, genealo­gía, intuición, nihilismo.
2. Menciona una obra importante de cada período de Nietzsche y explica de qué trata.
3. ¿Qué expresa Nietzsche con la metáfora "lo apolíneo y lo dionisíaco"?
4. En la crítica que hace Nietzsche a la filosofía, ¿qué es lo que niega y qué es lo que afirma? .
5. En la crítica que hace Nietzsche a la religión, ¿qué es lo que niega y qué es lo que afirma?
6. Según Nietzsche, ¿qué valores hay que rechazar y qué valores hay que exal­tar?
7. Explica los cambios sucesivos que se realizan en el hombre para llegar al inicio del superhombre.
8. ¿Cómo entiende el tiempo Nietzsche?
9. ¿Qué significado tiene el nihilismo en el pensamiento de Nietzsche?
10. ¿Qué diferencias hay entre la moral de los señores y la moral de los esclavos?
11. Compara los tres símbolos del hombre del futuro, que utiliza Nietzsche: ge­nio, espíritu libre y superhombre.

C. Análisis de textos
Texto I

En todos los tiempos los sapientísimos han juzgado igual sobre la vida: no vale nada... Siempre y en todas partes se ha oído de su boca el mismo tono. -un tono lleno de duda,  lleno de melancolía, lleno de cansancio de la vida, lleno de oposición a la vida-. Incluso Sócrates dijo al morir: "vivir significa estar enfermo durante largo tiempo: debo un gallo a Asclepio salvador". Sócrates estaba harto...

...Cuando se tiene necesidad de hacer de la razón un tirano, como hizo Sócrates, por fuerza se da un peligro no pequeño de que otra cosa distinta haga de tirano. Entonces se adivinó que la racionalidad era la salvadora, ni Sócrates ni sus "enfermos" eran libres de ser racionales, -era de rigueur [derigor], era su último remedio. El fanatismo con que la reflexión griega entera se lanza a la racionalidad delata una situación apurada: se estaba en peligro. se tenía una sola elección: o bien perecer o bien ser absurdamente raciona­les... El moralismo de los filósofos griegos a partir de Platón tiene unos condicionamientos patológicos; y lo mismo su aprecio de la dialéctica: Ra­zón = virtud = felicidad significa simplemente: hay que imitar a Sócrates e implantar de manera permanente, contra los apetitos oscuros, una luz, diur­na, la luz diurna de la razón. Hay que ser inteligentes, claros, lúcidos a cual­quier precio: toda concesión a los instintos, a lo inconsciente, conduce hacia abajo...

F. NIETZSCHE: Crepúsculo de los ídolos. El problema de Sócrates, párrafos 1 y 10

Contesta a las siguientes preguntas:
1. Resume el contenido del texto e indica el tema central
2. Explica el significado de los términos: vida, razón, luz diurna, instinto
3. ¿Qué papel juega la razón según el texto?
4. ¿Qué significado tiene la vida según el texto?

Texto II
Todos los instintos que no se desahogan hacia fuera se vuelven hacia dentro; esto es lo que yo llamo la interiorización del hombre: únicamente con esto se desarrolla en él lo que más tarde se denomina su "alma". Todo el mundo interior, originariamente delgado, como enconado entre dos pieles, fue sepa­rándose y creciendo, fue adquiriendo profundidad, anchura, altura, en la me­dida en que el desahogo del hombre hacia fuera fue quedando inhibido. Aque­llos terribles bastiones con que la organización estatal se protegía contra los viejos instintos de la libertad -las penas sobre todo cuentan entre tales bas­tiones- hicieron que todos aquellos instintos del hombre salvaje, libre, vaga­bundo, diesen vuelta atrás, se volviesen contra el hombre mismo. La ene­mistad. la crueldad, el placer en la persecución, en la agresión, en el cambio, en la destrucción; todo esto vuelto contra el poseedor de tales instintos: ese es el origen de la "mala conciencia". El hombre que. falto de enemigos y resistencias exteriores, encajonado en una opresora estrechez y regularidad de las costumbres, se desgarraba, se perseguía, se mordía, se roía,  se sobre­saltaba, se maltrataba impacientemente a si mismo, este animal al que se quiere "domesticar" y que se golpea furioso contra los barrotes de su jaula, este ser al que le falta algo, devorado por la nostalgia del desierto, que tuvo que crearse a base de sí mismo una aventura, una cámara de suplicios, una selva insegura y peligrosa -este loco, este prisionero añorante y desesperado fue el inventor de la "mala conciencia"

F NIETZSCHE: Genealogía de la moral, págs. 96-97

Responde a las siguientes preguntas:
1. Resume el contenido del texto.
2. Explica el significado que en el texto tienen los términos: interiorización, in­hibido, instintos, mala conciencia, domesticar.
3. Analiza las ideas fundamentales del texto y explícalas en el contexto del pen­samiento de Nietzsche y en particular desde el punto de vista de su crítica a la moral.
4. ¿Qué otros autores han tratado el tema de la conciencia y de la mala concien­cia? ¿Podrías establecer alguna comparación?

 

lunes, 1 de abril de 2013


 EL POSITIVISMO


INTRODUCCIÓN

La filosofía de Hegel ejerció una gran influencia durante la primera mitad del siglo XIX, pero ello no impidió que se fueran gestando nuevas corrientes filosóficas contrarias a ella y que acabaran por imponerse en la segunda mitad de este siglo.

Estudiamos en la guía anterior el desarrollo del marxismo. Paralelamente a él surge el positivismo, que tiene como fundador al francés Augusto Comte.

Augusto Comte influenciado por el socialismo de Saint-Simón, por la filosofía kantiana, por los ilustrados franceses y por el empirismo inglés, entre otros, consti­tuye una filosofía, que la califica de "positiva". Con ella pretende superar la crisis de una sociedad sacudida y traumatizada por los efectos de la Revolución Francesa y la revolución industrial mediante la instauración de un nuevo orden social.

El positivismo considera que la clave para lograr la reforma social de la humani­dad es la "ciencia", que en su dimensión teórica constituye la única fuente segura de conocimiento, y en su dimensión práctica muestra su utilidad por medio de la téc­nica.

El saber científico "positivo" se atiene a los hechos observados, supera todo tipo de especulación y aporta riqueza y prosperidad a la humanidad. El hombre conoce para actuar sobre las cosas y modificar su curso conforme a las necesidades de la vida: "saber es prever, pero prever para proveer", dice Comte.

Esta concepción del saber culmina en la "sociología" como nueva ciencia que al establecer la naturaleza del espíritu humano y las leyes que rigen su desenvolvi­miento histórico, supedita todos los demás conocimientos y se convierte en "ciencia suprema", a la vez que promueve el nuevo orden social más progresivo y libre. Este saber positivo no es absoluto, sino relativo, es decir, se va perfeccionando a través de los estadios que ha pasado la humanidad.

El positivismo de Comte dejó una profunda huella en el pensamiento y en la sociedad contemporánea. En el terreno del pensamiento promovió el "cientifísmo", es decir, el estudio de la filosofía natural, en lo social tuvo una gran influencia en la reforma de la enseñanza pública en la Francia de la Tercera República, se extiende rápidamente por las naciones latinoamericanas.

CIRCUNSTANCIAS HISTÓRICAS EN EL PENSAMIENTO DE COMTE
Comte vive una serie de acontecimientos que condicionan su pensamiento filo­sófico.

Factores políticos, económicos y sociales
Políticos
Vive las consecuencias de la Revolución Francesa con la caída del Antiguo Régi­men. En 1804 Napoleón es emperador, pero en 1814 la Santa Alianza consigue restaurar la monarquía borbónica. La Revolución Liberal (1848) proclama la Repú­blica con Luis Napoleón, como presidente, quien tras un golpe de Estado, se procla­ma emperador en 1852. Dentro de este contexto, el positivismo comtiano con su pretensión de restituir el orden social se sitúa en la línea contrarrevolucionaria.

Económico-industrial
La ideología del liberalismo económico favorece el proceso de industrialización, la creación de mercados mundiales y el surgimiento de empresas gigantescas. Este proceso de la industria resulta propicio para un intenso desarrollo de las ciencias positivas. Por lo tanto, no puede extrañar que la filosofía positiva de Comte sea producto de estos fenómenos.

Social
Pero el desarrollo económico-industrial se despreocupa de los problemas socia­les, es decir, de las lamentables condiciones de vida del obrero. Esto da origen a una serie de pensadores sociales que denuncian estas condiciones y buscan un nuevo orden (socialismo utópico). Entre estos pensadores sobresalen: Fourier y Saint-Simon quienes influyen en el joven Comte, en el que lo social aparecerá en toda su obra, hasta elevarlo a la ciencia suprema: la sociología.
Vida y obras de Augusto Comte (1798-1857)
Nace en Montpellier (Francia) y es educado en la tradición monárquica católica familiar. En el liceo se destaca por su rebeldía y brillantez como alumno, sobre todo en matemáticas.

Ya a los 14 años se declara libre pensador y republicano. Dos años más tarde ingresa en la Escuela Politécnica de París, que dirigida por eminentes científicos educaba a la élite francesa. Es expulsado de ella (1816) por participar en movimien­tos antimonárquicos.

En  1817 conoce a Saint-Simon, teórico del socialismo, y entra a su servicio como discípulo y secretario. Bajo su dirección escribe: Opúsculos de filosofía social, en­tre los que destaca Ensayo de un sistema de política positiva.

En 1824 rompe con su maestro y, marcado por el socialismo, la crisis del idealis­mo y el auge de las ciencias de la naturaleza, inicia su propia reflexión intelectual. Problemas con su esposa y el exceso de trabajo, le provocan una crisis mental que le lleva al intento de suicidio arrojándose al río Sena En 1831 intenta sin éxito conseguir la cátedra de Matemáticas en la Escuela Politécnica.

En 1844 publica su obra Discurso sobre el método positivo en la que propone la alianza entre filósofos y políticos con el fin de implantar una enseñanza popular superior como solución a los problemas sociales. En 1842 abandona a su esposa Carolina y se enamora de Cleotilde de Vaux (1844) quien es para él una especie de musa, pues le despierta su religiosidad y como consecuencia se presentará más tarde como profeta y pontífice de la nueva religión de la humanidad.

En 1848 funda la Sociedad Positivista y en 1856 publica: Sistema de política positiva o Tratado de sociología, que es como un "catecismo positivista" donde instituye la religión de la humanidad. A partir de entonces Comte se inclina hacia posiciones conservadoras y publica: Llamada a los conservadores, donde propone una alianza con los jesuitas para acabar con la "irrupción anárquica del delirio occi­dental". Muere en París en 1857.

¿Cómo llega Comte al positivismo?

Hemos dicho que el proceso de industrialización que se venía dando en el siglo XIX propició el desarrollo de las ciencias de la naturaleza y en general de todas las ciencias. Comte cree que el hombre puede y debe transformar la naturaleza por medio de la ciencia. Siguiendo la dirección marcada por Saint-Simon presenta al positivismo como el camino que lleva a constituir la ciencia como el fundamento de un nuevo orden social unitario.

En este sentido el positivismo acompaña y fomenta la consolidación de la na­ciente organización técnico-industrial de la sociedad, recoge y alienta las esperan­zas o ideales del hombre moderno, que cree hallar en la ciencia la garantía infalible de su propio destino. Esto explica el rechazo del positivismo a todo lo sobrenatural y metafísico, considerados como inútiles y supersticiosos, y la defensa de la ciencia como el único medio para adquirir un conocimiento válido y útil acerca de los he­chos y, por tanto, capaz de imponer las consecuentes medidas de orden práctico necesarias para reorganizar la sociedad.

Por eso. una vez que todas las ciencias particulares se han hecho positivas, en su obra Ensayo de un sistema de política positiva afirma que la política debe hacerse positiva para contribuir a organizar a la sociedad y preservarla de la anarquía que la amenaza. Para lograrlo convoca, en nombre de la sociedad, a todos los sabios de Europa para que emitan su opinión acerca de la "elaboración de un sistema de ob­servaciones históricas sobre la marcha general del espíritu humano, fundar un siste­ma completo de educación positiva para la sociedad, que conlleve un conocimiento y transformación de la naturaleza para proveerla a beneficio de ella"

Se trata, pues, de imponer acorde con los tiempos el "espíritu positivo" a todos los hombres y en todos los campos.
EL POSITIVISMO
Comte elabora el positivismo no sólo como una teoría (filosofía) sino especial­mente como una práctica (ciencia política).

Desde su juventud se orienta hacia la ciencia porque ve en ella la posibilidad de conseguir la regeneración del hombre, un hombre más culto y perfecto; y a la filoso­fía le atribuye la responsabilidad de concebir y ejecutar el nuevo orden social en correspondencia con el estado actual del saber, porque la teoría antecede a la prácti­ca y le sirve de guía

Comte define la filosofía como: "doctrina general de los conocimientos huma­nos", pero al añadirle el calificativo de "positiva", identifica el conocimiento huma­no con los conocimientos aportados por las ciencias, es decir, a partir de hechos observados. La "filosofía positiva" (positivismo), consiste, pues, en la sistematización enci­clopédica del saber positivo o el saber de las ciencias. Como filosofía es un saber universal que sintetiza todas las ciencias, y como positiva se aplica a cualquier co­nocimiento que procede de la observación empírica, para organizar esos datos por la razón.

Principios básicos del positivismo
El positivismo se fundamenta en tres principios básicos:
El "fenomenalismo", el positivismo quiere superar la diferencia kantiana entre "fenómeno y noúmeno" o entre "apariencia y esencia". Para el positi­vismo el "fenómeno o apariencia" es lo real: "lo real es todo y sólo lo dado en la experiencia".

El "nominalismo", los objetos singulares son los referentes últimos de cual­quier conocimiento. Si niega la "esencia o el número", niega también los "conceptos universales", pues éstos no corresponden a nada real, son sólo nombres. De esta forma el positivismo es "antimetafisico", pues niega aque­llas realidades más allá de la realidad empírica, la "ciencia única". La aspiración máxima de la filosofía positiva es la unidad fundamental de la ciencia.

Características del saber positivo
Comte para describir los atributos correlativos al espíritu positivo comienza a exponer las diversas acepciones o significaciones de la palabra "positivo".
— El significado más común de la palabra positivo es "lo real" en oposición a lo quimérico.
— También la palabra positivo, lo relaciona con "lo útil", en oposición a lo ocioso, lo estéril.
— Una tercera significación que le asigna es "certidumbre", en oposición a du­doso.
— Una cuarta significación es "preciso"', en oposición a vago e impreciso.
— Una quinta significación es " organizado". en oposición a desordenado
— Por último una significación no relacionada directamente con la palabra po­sitivo es "relativo", en oposición a absoluto.

Filosofía de la historia: ley de los tres estados
Para Comte el significado estricto de positivismo resulta del análisis del desa­rrollo histórico de la humanidad, de la sociedad y del hombre en particular, que se resume en lo que el denomina ''ley de los tres estados", clave fundamental de todo el sistema comtiano
Esta ley, que rige tanto el dominio de la teoría como de los hechos, lleva en su entraña la historicidad de la vida humana, y muestra la relatividad de las concepcio­nes del mundo y del desarrollo del conocimiento.
Comte afirma que cada época está en relación con los conocimientos de los indi­viduos que la constituyen y con su circunstancia social. Pruebas racionales y verifi­caciones históricas le llevan a afirmar, que el desarrollo de la inteligencia humana pasa por tres estados o métodos de filosofar que constituyen tres clases de filosofías.
Estos estados son: teológico, metafísico y positivo. 2.3.1 Estado teológico (o  ficticio)
"En el estado teológico, el espíritu humano dirige esencialmente sus investi­gaciones hacia la naturaleza íntima de los seres, a las causas primeras y finales de todos los efectos que le chocan, en una palabra, hacia los conocimientos abso­lutos, se representa los fenómenos como producidos por la acción directa y conti­nua de agentes sobrenaturales, más o menos numerosos, en que la intervención arbitraria explica todas las anomalías del universo".
(Curso de filosofía positiva).

Es el primer estado del espíritu humano, en el que la humanidad busca respues­tas a sus interrogantes sobre la naturaleza de las cosas y atribuye la explicación de sus problemas a "causas o principios sobrenaturales": dioses. Este estado, según Comte, representa en filosofía la infancia de la humanidad. Se caracteriza por un predominio de la "imaginación" en el conocimiento, y en lo social se caracteriza por el predominio de lo militar y de lo religioso.
El estado teológico, que según Comte se da hasta finales de la Edad Media, ha pasado por tres etapas sucesivas:
Fetichismo: (adora a objetos a los que da un poder sobrenatural).
Politeísmo: (el objeto de veneración son los dioses).
Monoteísmo: (el objeto de veneración es un Dios: omnipotente e omnisciente.

Estado metafísica (o abstracto)
"En el estado metafísica, que en el fondo no es más que una modificación del primero, los agentes sobrenaturales son reemplazados por fuerzas abstractas, ver­daderas entidades (abstracciones personificadas) inherentes a los diversos seres del mundo y concebidas como capaces de engendrar por si mismas todos los fenó­menos observados, por lo que la explicación consiste en asignar a cada uno la entidad correspondiente".
(Curso de filosofía positiva)

Este estado representa un progreso sobre el anterior Las preguntas que hace el hombre sobre la naturaleza de las cosas, no las explica por medio de agentes sobre­naturales, sino que las explica por medio de "abstracciones o principios racionales", como esencia, substancia, etc. En este estado la humanidad se aparta de la imagina­ción y se apoya en la "razón" o deducciones-racionalizaciones. Según Comte, este estado se inicia en la Edad Moderna con el racionalismo y pretende imponerse en la humanidad.

El estado positivo (o real)
"En el estado positivo, el espíritu humano, al conocer la imposibilidad de obtener nociones absolutas, renuncia a buscar el origen y el destino del universo y a reco­nocer las causas intimas de los fenómenos, para aplicarse únicamente a descu­brir, mediante el empleo bien combinado del razonamiento y la observación, sus leyes efectivas, es decir, sus relaciones invariables de sucesión y semejanza. Re­ducida así la explicación de tos hechos a sus términos reales, entonces ya no es más que el enlace establecido entre los diversos fenómenos particulares y ciertos hechos generales cuyo número tiende a disminuir paulatinamente con los progre­sos de la ciencia".
"El sistema teológico llegó a la más elevada perfección de que es susceptible cuando sustituyó el juego vario de las numerosas divinidades independientes que habían sido ideadas primitivamente por la acción providencial de un ser único. Asimis­mo, el último término del sistema metafísica consiste en concebir, en vez de enti­dades particulares diversas, una entidad general grande y única, la Naturaleza, considerada como fuente única de todos los fenómenos..."
(Curso de filosofía positiva)

Es el estado definitivo en el que debe perdurar la humanidad. En este estado el hombre no se pregunta por las causas, las esencias de las cosas, sino el "cómo" se da los fenómenos, es decir, en la descripción de los fenómenos de la "relación" invariable de sucesión y similitud de ellos. Según esto, el estado positivo no consiste en saberes abstractos o metafísicos, sino en saberes que dan las ciencias positivas, fundados en hechos observados y en sus relaciones sucesivas. Comte sitúa este esta­do en la época actual, es decir, en la época industrial.

En este caso positivo surge el positivismo como "filosofía positiva", que se en­frenta al idealismo absoluto de Hegel, es decir, contra las concepciones abstractas y metafísicas que nada tienen que ver con la realidad.

El saber positivo es un saber científico
Comte pretende que el positivismo sea la ciencia que parte de los "hechos concre­tos, de los fenómenos sociales, de la existencia del hombre concreto y de la estructu­ra material de la naturaleza", como hacen las ciencias positivas, y que se constituya como un saber supremo, donde el saber de las ciencias aparezca organizado y clasi­ficado.

Para conseguir esto, en su obra Curso de filosofía positiva presenta su concep­ción de la ciencia o su "teoría de la ciencia". El saber positivo responde a la tesis: "Los enunciados científicos son enunciados sobre hechos constatables". ¿Qué entiende Comte por "hechos constatables'”? La ciencia se interesa por las cosas en cuanto que reúnen las siguientes condiciones:
— Son "fenómenos", es decir, algo que se nos manifiesta
— Constituyen "lo dado", es decir, algo con lo que nos encontramos
— Son "observables", es decir, accesibles mediante los sentidos.
— Son "verificables", es decir, cualquiera los puede comprobar

La unidad de estas cuatro características: fenómenos, dado, observable, verificable, es lo que para Comte constituye el "hecho constatable", que para ser "positivo o científico" es necesario estudiarlo con el máximo rigor y precisión, al modo como lo hace el método científico,  Sólo así el conocimiento adquiere la calidad de "objetivi­dad".

Así, el saber positivo coincide con el saber científico Pero los hechos positivos (científicos) no se presentan en forma caótica, sino según un orden bastante invaria­ble, que nos pone de manifiesto como acontecen. Esto nos indica que los hechos científicos están sometidos a "leyes" que no explican el "por qué" sino que solamen­te describen "cómo" ocurren los hechos, el modo como se relacionan unos con otros

Consecuentemente, el saber positivo o científico es un saber "relativo", es decir, no se trata de un saber acerca de la naturaleza interna de las cosas, sino de un saber que pone de manifiesto el sistema de "relaciones" que estructuran los hechos: más que con cosas, nos enfrentamos con hechos que se presentan, unos, cuando aparecen otros.
En conclusión, para que haya ciencia se requiere:
Hechos observados.
Leyes que expresan relaciones existentes entre esos hechos.

Si solamente tuviéramos hechos aislados no habría ciencia. La ciencia consiste fundamentalmente en coordinar hechos, en descubrir leyes, regularidades observa­das en la constitución y desarrollo de los fenómenos, relaciones relativamente cons­tantes entre hechos establecidos mediante la observación y el experimento.

Comte en su obra "Curso de filosofía positiva" sintetiza lo anterior: diciendo:
"La función de la filosofía positiva consiste en captar los fenómenos como sujetos a leyes invariables. El objeto del saber no es buscar causas, sino establecer relaciones normales de sucesión y similitud de fenómenos"
El concepto de ley es fundamental para constituir la ciencia. Las leyes se descu­bren por la reflexión racional dentro del mundo de la experiencia y constituyen, en definitiva, la afirmación del determinismo que se extiende desde la naturaleza al hombre y a la sociedad. Pero hay que advertir que los conocimientos de la ciencia, que están condicionados por la propia constitución orgánica del hombre y por las circunstancias históricas que cambian constantemente, progresan sin cesar.
No obstante, podemos decir que sólo hay "una sola ciencia", la ciencia del hom­bre, ya que en ella vienen a converger todos los demás conocimientos.
Clasificación de las ciencias
Como hemos visto, según Comte, la evolución del saber determina la transfor­mación social a lo largo de la historia. En el presente, el saber positivo debe funda­mentar el nuevo orden social. Como todas las ciencias han sido elaboradas en esta­dos anteriores, consecuentemente han perdido vigencia y se impone la necesidad de planificar una nueva educación científica enteramente positiva. Se hace necesaria una clasificación más conveniente entre las distintas ciencias.
Comte para clasificar las ciencias primero establece dos criterios:
a) Generalidad-complejidad: están en proporción inversa. Esto quiere decir que "las ciencias más generales son las menos complejas"
b) Simplicidad-general: "cuanto más simple sea el objeto observado más gene­ral es su aplicación", es decir, que los objetos más simples son, a la vez, los más generales.

Una vez establecidos los criterios. Comte hace la clasificación de las ciencias
a) Siguiendo el criterio de "generalidad-complejidad", divide las ciencias en dos grupos:
1) Generales: son aquellas que tienen por objeto el descubrimiento de leyes Ejemplo: química
2) Particulares: son aquellas que consisten en la aplicación de esas leyes descubiertas en las generales. Ejemplo: mineralogía.
Según Comte las ciencias "generales" son las fundamentales y distingue entre ellas seis: matemática, astronomía, física, química, fisiología y sociología

b) Siguiendo el criterio de la "simplicidad-general", es decir, que lo más simple es lo más general, dice que habrá que comenzar por las ciencias que tratan de fenó­menos más simples y generales hasta llegar a los más particulares y complejos

Según esto divide en dos grupos, el conjunto de fenómenos naturales:
1) El grupo de los cuerpos brutos, que son objeto de la "física inorgánica"
2) El grupo de los cuerpos organizados, que son objeto de la "física orgánica"
Comte dice que no puede precederse al estudio de la física orgánica sino después de haber establecido las leyes de la física inorgánica

La física inorgánica la divide en dos secciones distintas:
1) La física celeste o astronomía, que estudia los fenómenos generales del uni­verso.
2) La física terrestre, que estudia los fenómenos que se presentan en los cuerpos terrestres.
Consecuentemente, la filosofía natural debe comenzar con el estudio de los fenó­menos astronómicos, que son los más generales, los más simples, los más abstrac­tos, y sus leyes influyen sobre los otros fenómenos, como ocurre, por ejemplo, con la ley de la gravitación universal. Seguiría con el estudio de la física terrestre que añade a los fenómenos anteriores los que le son propios.

La física terrestre la subdivide en:
a) Física, propiamente dicha, que estudia los cuerpos desde el punto de vista mecánico.
b) Química, que estudia los cuerpos desde el punto de vista químico.

La física orgánica presenta dos series de fenómenos: los relativos al individuo y los que conciernen a la especie, sobre todo cuando ésta es sociable. Según esto la divide en dos grandes ciencias:
a) La física individual o fisiología, que estudia la estructura y componentes de los seres vivos.
b) La física social o sociología, que estudia los fenómenos sociales.

Para estudiar los fenómenos sociales hay que partir de un profundo conocimien­to de las leyes relativas a la vida individual.
A estas cinco ciencias hay que añadir las matemáticas, la ciencia más amplia y fundamental, la base de toda la filosofía natural. En el estado presente del espíritu humano cada vez serán más empleadas como método que como mera doctrina, por lo que su estudio es preliminar e indispensable para todos los demás órdenes de fenómenos.

LA SOCIOLOGÍA O FÍSICA SOCIAL
Introducción

En la clasificación que ha hecho Comte de las ciencias, la sociología o física social aparece en el último lugar. Esto no es casual; si es así es porque Comte consi­dera que en ella convergen todas las demás ciencias. La sociología es la última ciencia que ha llegado a ser "positiva", porque los fenómenos sociales son los más complejos y elevados de todos los fenómenos naturales, ya que afectan diferentemente al hombre. Requiere, por tanto, de los métodos y contenidos del resto de las cien­cias.
Comte dedica a la sociología los tres últimos libros de los seis que consta el Curso de filosofía positiva, y le asigna como objeto natural el estudio de las gran­des concepciones científicas producidas por el espíritu humano, las leyes que rigen su desarrollo histórico -el progreso social- y la estructura -el orden social- en que se ha constituido.
La finalidad de la sociología es promover una organización más progresiva y libre de la sociedad. Cuando en su obra Sistema de política positiva Comte desarrolla la proyección religiosa de la filosofía positiva, asigna además a la sociología, a través de la moral, la tarea de instituir la religión de la humanidad.

Definición de sociología
La sociología constituye la aportación científica más genuina de Comte, quien dedica un gran esfuerzo a elaborarla, a la manera de las ciencias positivas ya esta­blecidas, y a señalar su verdadero carácter filosófico. En el libro cuarto de "Curso de filosofía positiva", Comte define la sociología como: "El estudio positivo del conjunto de las leyes fundamentales propias de los fenómenos sociales"
La sociología se dedica, pues, al estudio de las estructuras de la sociedad con el objeto de reformarla y buscando su desarrollo: "orden y progreso". En otras pala­bras, el objeto de la sociología es establecer las leyes que rigen el orden y el progreso de la sociedad.

División de la sociología
La nueva ciencia, según Comte, tendrá dos partes lógicamente unidas. Estas partes son: "estática social" (el orden) y la "dinámica social" (el progreso).

Estática social
Estudia el orden social, la estructura de la sociedad tratando de encontrar las leyes del orden social. Lo estático se refiere a las condiciones de "equilibrio" de la sociedad. Esta parte es la base de la sociología, pues estudia las condiciones generales de la existencia del individuo, de la familia y de la sociedad. Todos se encuentran sometidos a las leyes de la vida orgánica, al orden.
La idea de orden se refiere a la unidad sistemática de la sociedad en una época determinada; este orden le da a la estructura social estabilidad y firmeza.
Individuo Es sociable por naturaleza, no por utilidad. Por naturaleza todos los individuos son iguales, la diferencia es sólo de grados. En el individuo predomina lo instintivo y afectivo sobre lo intelectual.
— Familia Es la base de la vida social. Ha evolucionado desde la poligamia. No igualdad de sexos: la mujer está dotada de una capacidad secundaria (por la afectividad).
— Sociedad El gobierno debe corresponderse con las tendencias espontáneas de la comuni­dad popular. Debe regirse en ella el principio de cooperación entre las filosofías y la división del trabajo. Espontáneamente se impondrá el gobierno de los mejores (la estructura social lleva a esto: es inútil la lucha por la democracia).

Dinámica social
Estudia el progreso social, el desarrollo constante de la comunidad humana. Lo dinámico se refiere a la movilidad social, a su desarrollo, a su impulso histórico renovador. La dinámica social es la aplicación a la sociedad de la "ley de los tres estados":
 Teológico: históricamente al estado teológico corresponde el momento social en el que el poder del tirano organiza la sociedad: es la época de la esclavi­tud.
Metafísica: es el momento político de la igualdad de los hombres y de la soberanía popular. Es un período de revolución.
Positivo: a este estado corresponde una sociedad organizada pacíficamente a partir de la ciencia positiva. Es el estado definitivo de la humanidad.

Estos tres estados se desarrollan "dialécticamente" al modo hegeliano: es una ley necesaria de la sociedad, aunque el trabajo del hombre ha contribuido a ella. La humanidad se "perfecciona" progresivamente; por lo tanto se va aumentando la felicidad en el hombre. Este progreso no se puede detener.
Cada estado social es coherente con el momento que vive la civilización; socie­dad y civilización avanzan al mismo ritmo: sin esta coherencia no se podría expli­car la historia. Según Comte, la historia no es un retorno circular ni oscilatorio, sino una línea que, en avance progresivo, se va acercando indefinidamente a una meta sin jamás tocarla.
 DE LA SOCIOLOGÍA A LA MORAL Y A LA RELIGIÓN DE LA HUMANIDAD

De la sociología a la moral
La sociología en general, y la dinámica social en particular, llevan consigo una instancia valorativa al tener como finalidad promover una organización más pro­gresiva y libre del hombre y de la sociedad, una mayor integración del hombre en el grupo.  Esto le permite a Comte introducir ya en el Curso de filosofía positiva, la moral como una parte de la sociología encargada de estudiar y promover la política de la solidaridad.
En el "Discurso sobre el espíritu positivo", Comte habla ya de la "moral" como una disciplina independiente, como la séptima ciencia fundamental dentro del saber positivo enciclopédico. Según él, la moral tiene por objeto la revalorización del sentimiento como fuerza activa de la existencia humana, y tiene como finalidad, armoni­zar la vida individual con el resto de los individuos. La moral debe coordinar los actos, sistematizar los sentimientos, dar unidad a la vida total del individuo en beneficio de los demás con el fin de promover la unidad verdadera y fecunda del género humano

La "moral positiva" exige al hombre vivir para la "humanidad", para el "Gran Ser", como conjunto de seres pasados, presentes y futuros que concurren a perfec­cionar el orden universal. Como nuestro desarrollo se debe a la sociedad, para el espíritu positivo no existe el hombre sino la humanidad. Es incorporándose a la humanidad como cada uno obtiene su intensidad de vida, satisface su tendencia a eternizarse.

De la moral a la religión
Comte,  que había considerado superadas en el estado positivo del saber, las cien­cias religiosas propias del estado teológico y metafísico, se va, sin embargo, acer­cando progresivamente a ellas al desarrollar su sistema filosófico.

Consciente de su importancia desde el punto de vista individual y social, va admitiendo la necesidad de constituir una nueva religión que religue de nuevo a los hombres en el futuro.Tras la sociología y la moral, la religión viene a completar el cuadro de las ciencias fundamentales.
 
La religión, propia del estado positivo, no es la religión de Dios, superada en todas sus formas históricas, sino la "Religión de la Humanidad", en la que el indivi­duo se salva y sobrevive en otros. Por eso en su obra Sistema de política positiva, Comte constituye la religión en el ángulo de reflexión de todo un sistema enciclopé­dico del saber porque, dice: "en cuanto que potencia y enlaza las voluntades, es el comienzo y fin de la humanidad".

El hombre es por naturaleza un ser religioso, que vive para los demás, si se ha hecho egoísta se debe a su debilidad personal y social, a las circunstancias negativas que ha vivido, pero que, por fortuna, son superables mediante la educación que asegura el progreso teórico y práctico de la sociedad. Todos los actos de la vida individual y social deben servir y venerar a la humani­dad: la felicidad consiste en unirse cada vez más a ella. El elemento básico de la nueva religión es el "culto a la humanidad" entendida como el conjunto de hombres que viven y contribuirán al "orden y al progreso de ella".

El ideal de la religión positiva es el "altruismo" y su credo religioso se puede resumir en tres máximas:
— el amor como principio:
— el orden como base:
— el progreso como finalidad

La religión positiva está formada por una Trinidad:
— Gran Ser: la humanidad.
— Gran Fetiche: la tierra.
— Gran Medio: el espacio

De este modo la humanidad debe organizarse como una gran sociocracia. La religión positiva tiene
— una "clase sacerdotal": son los filósofos positivistas, donde él ocupa el lugar supremo:
— una verdadera liturgia sacramental
— una jerarquía

Lo que debe dominar en esta religión es el "amor y el sentimiento" representado sobre todo por la "mujer": nadie mejor que ella sintetiza las cualidades de los diri­gentes positivistas,  Comte hizo de Cleotilde de Vaux el modelo de la gran sacerdo­tisa de la humanidad.
ACTIVIDADES A. De comprensión
1. Define en el contexto del tema: fenómeno, hecho, ley, verifícable, estado, progreso.
2. Identifica las obras más importantes de Comte y la temática de ellas.
3. Identifica el objeto de la filosofía positivista o positivismo.
4. Explica los principios básicos del positivismo.
5. Explica el significado del término "positivo" como contrario a quimérico, dudoso, abstracto.
6. Haz una síntesis del estado positivo.
7. ¿Qué entiende Comte por "hechos constatables?
8. ¿Cuál es la finalidad de las leyes según Comte?
9. Según el "criterio de simplicidad" de Comte, clasifica las ciencias.
10. ¿Qué sentido tiene la religión para Comte?
B. De aplicación
1. ¿Cuál es, según el positivismo, la función de la teórico y de lo práctico? ¿Qué relación mantienen?
2. ¿Qué relación se establece entre el nivel intelectual y las estructuras sociales y políticas? ¿Por qué?
3. ¿Cuándo una ciencia alcanza la positividad? ¿Cuáles son los caracteres del saber positivo?
4. ¿Qué relación establece el positivismo entre filosofía y ciencia?
5. ¿Qué relación y diferencia se establece entre las matemáticas y el resto de las ciencias?
6. Explica la relación que establece el positivismo entre sociología, moral y religión.
7. Establece las semejanzas y diferencias en la religión teológica, la metafísica y la positiva.
C. Análisis de textos
Después de leer detenidamente el texto siguiente, contesta:
1. ¿Qué características atribuye Comte a la ley de los tres estados?
2. Recoge las constantes que caracterizan a cada uno de los tres estados.
3. Señala las relaciones que se establecen entre los tres estados.
4. Explica en qué consiste el progreso que se opera desde el estado teológico hasta el positivo pasando por el metafísico.
Texto I

Al estudiar el desarrollo total de la inteligencia humana en sus diversas esfe­ras de actividad, desde sus orígenes hasta nuestros días, creo haber descu­bierto una gran ley fundamental, a la cual esta sujeto este desarrollo con una necesidad invariable y que me parece que puede ser sólidamente establecida, bien con pruebas racionales que nos proporciona el conocimiento de nuestra organización, bien con las verificaciones históricas que resultan de un atento examen del pasado. Esta ley consiste en que cada una de nuestras principales especulaciones, cada rama de nuestros conocimientos, pasa sucesivamente por tres estados teóricos diferentes: el estado teológico o ficticio, el estado metafísico o abstracto y el estado científico o positivo. En otras palabras, que el espíritu humano, por su naturaleza, emplea sucesivamente en cada una de sus investigaciones tres métodos de filosofar, cuyos caracteres son esen­cialmente distintos e incluso radicalmente opuestos: primero, el método teo­lógico; a continuación, el método científico, y, por fin, el método positivo. De aquí, tres clases de filosofías o de sistemas generales, de reflexión sobre el conjunto de los fenómenos, que se excluyen mutuamente: el primero es el punto de partida necesario de la inteligencia humana, el tercero su estado fijo y definitivo, y el segundo está destinado únicamente a servir de transición. En el estado teológico, el espíritu humano al dirigir esencialmente sus inves­tigaciones hacia la naturaleza íntima de los seres, hacia las causas primeras y finales de todos los efectos que le asombran, en una palabra, hacia los cono­cimientos absolutos, se representa los fenómenos como producidos por la acción directa y continuada de agentes sobrenaturales mis o menos numero­sos, cuya arbitraria intervención explica todas las anomalías aparentes del universo.

En el estado metafísico, que en el fondo no es mas que una simple modifica­ción del primero, los agentes sobrenaturales son reemplazados por fuerzas abstractas, verdaderas entidades (abstracciones personificadas), inherentes a los diversos seres del mundo, y concebidas como capaces de engendrar por si mismas todos los fenómenos observados, cuya explicación consiste, así,  en asignar a cada uno su entidad correspondiente.

En el estado positivo, por fin. el espíritu humano, reconociendo la imposibi­lidad de obtener nociones absolutas, renuncia a buscar el origen y el destino del universo y a conocer las causas intimas de los fenómenos, para dedicarse únicamente a descubrir, con el uso bien combinado del razonamiento y de la observación, sus leyes efectivas, es decir, sus relaciones invariables de suce­sión y similitud. La explicación de los hechos reducida a sus términos reales no será en adelante otra cosa que la coordinación establecida entre los diver­sos fenómenos particulares y algunos hechos generales, que las diversas cien­cias han de limitar al menor número posible.
A. COMTE: Curso de filosofía positiva, Págs. 34-36
Después de hacer una lectura atenta del texto que a continuación se escribe, contesta:
1. Recoge los caracteres del saber positivo según el texto.
2. Explica en qué consiste el verdadero espíritu positivo.
3. ¿Qué relación mantienen las leyes de los fenómenos con los hechos? ¿En qué consiste realmente la ciencia?
4. Explica la relación existente entre la previsión del verdadero espíritu positi­vo y la invariabilidad de las leyes naturales.

Texto II

Destino de las leyes positivas: previsión racional. Desde que la subordinación constante de la imaginación a la observación ha sido unánimemente reconocida como la primera condición fundamental de toda sana especulación científica, una viciosa interpretación ha llevado con frecuencia a abusar mucho de este gran principio lógico, para hacer degene­rar la ciencia real en una especie de estéril acumulación de hechos incohe­rentes, que no podrá ofrecer más mérito esencial que el de la exactitud par­cial. Importa, pues, darse bien cuenta de que el verdadero espíritu positivo está, en el fondo, tan lejos del empirismo como del misticismo; es entre estas dos aberraciones, igualmente funestas, por donde debe caminar siempre: la necesidad de tal reserva continua, tan difícil como importante, bastaría por lo demás para comprobar, conforme a nuestras explicaciones iniciales, hasta qué punto debe ser maduramente preparada la positividad, para que no pueda en modo alguno convenir al estado naciente de la Humanidad. En estas leyes de los fenómenos consiste realmente la ciencia, para la que los hechos pro­piamente dichos, por muy exactos y numerosos que pudieran ser, no significa jamás otra que materiales indispensables. Ahora bien: considerando el destino constante de estas leyes, se puede decir, sin ninguna exageración, que la verdadera ciencia, lejos de estar formada por simples observaciones, tiende siempre a dispensar, en lo posible, de la exploración directa, sustitu­yendo ésta por esa previsión racional que constituye, en todos los aspectos. el carácter principal del espíritu positivo, como nos lo hará ver claramente el conjunto de los estudios astronómicos. Una previsión tal, consecuencia ne­cesaria de las relaciones constantes descubiertas entre los fenómenos, no permitirá nunca confundir la ciencia real con esa vana erudición que acumu­la inútilmente hechos sin aspirar a deducir unos de otros. Este gran atributo de todas nuestras sanas especulaciones es tan importante para su utilidad efectiva como para su propia dignidad: pues la exploración directa de los fenómenos cumplidos no bastaría para permitirnos modificar su cumplimien­to si no nos condujera a preverlo convenientemente. De suerte que el verda­dero espíritu positivo consiste, sobre todo. en ver para prever, en estudiar lo que es para deducir lo que será, según el dogma general de la m variabilidad de las leyes naturales.
COMTE: Discurso sobre el espíritu positivo, Págs. 115-116.

BIBLIOGRAFÍA
COMTE,  Discurso sobre el espíritu positivo, Págs. 115-116.
COMTE: Curso de filosofía positiva, Págs. 34-36
COMTE, Sistema de política positiva
DICCIONARIO FILOSÓFICO, Rosenthal-Iudin