ESTÉTICA
Estética,
rama de la filosofía (también
denominada filosofía o teoría del arte)
relacionada con la esencia y la percepción de
la belleza y la fealdad. La estética se
ocupa también de la cuestión de si estas cualidades están de manera objetiva
presentes en las cosas, a las que pueden calificar, o si existen sólo en la
mente del individuo;
por lo tanto, su finalidad es mostrar si los objetos son percibidos de un modo
particular (el modo estético) o si los objetos tienen, en sí mismos, cualidades
específicas o estéticas. La estética también se plantea si existe diferencia
entre lo bello y lo sublime.
La crítica y
la psicología del
arte, aunque disciplinas independientes, están relacionadas con la
estética. La psicología del arte está relacionada con elementos propios de
esta disciplina como
las respuestas humanas al color, sonido,
línea, forma y palabras, y con los modos en que las emociones condicionan
tales respuestas. La crítica del arte se limita en particular a las obras de
arte, y analiza sus estructuras,
significados y problemas,
comparándolas con otras obras, y evaluándolas.
El
término "estética" fue acuñado en 1753 por el filósofo alemán
Alexander Gottlieb Baumgarten, pero el estudio de la naturaleza de
lo bello había sido una constante durante siglos. En el pasado fue, sobre todo,
un problema que preocupó a los filósofos.
Desde el siglo XIX, los artistas también han contribuido a enriquecer este
campo con sus opiniones.
La idea y
la palabra de Baumgarten hicieron fortuna. No fue él el creador de las teorías sobre
la belleza, que formaron parte de la filosofía desde siempre, sino tan sólo su
recopilador y etiquetador.
Definida
así, la estética se
encuadra mejor en la psicología que en el arte, del que pretende ser la
filosofía. Y esa es en efecto la raíz de la estética, la percepción; porque al fin y al cabo las cosas son
para nosotros como las percibimos, tanto si coincide nuestra percepción con la
realidad, como si no. Pero no se detiene ahí la estética, puesto que se ve obligada a estudiar y definir qué
formas han de tener las cosas para que sean percibidas como bellas por la
mayoría. Y aquí tenemos un nuevo elemento distorsionados: la percepción de la
mayoría induce a determinar que la sensación que percibe cada uno, tiene tanto
más altas garantías de objetividad, cuantos más son los que coinciden en una
misma forma de percepción.
En el poco tiempo que
tiene la estética como disciplina filosófica y empírica, ha tenido oportunidad
de dar muchos tumbos. Hoy (como siempre) asistimos a la creación de líneas
estéticas efímeras, gracias sobre todo al inmenso poder de
los medios de comunicación.
TEORÍAS ESTÉTICAS:
LA PRIMERA TEORÍA ESTÉTICA de algún alcance fue la
formulada por Platón,
quien consideraba que la realidad se compone de formas que están más allá de
los límites de
la sensación humana y que son los modelos de
todas las cosas que existen para la experiencia humana. Los objetos que los
seres humanos pueden experimentar son ejemplos o imitaciones de esas formas.
La labor
del filósofo, por tanto, consiste en comprender desde el objeto experimentado o
percibido, la realidad que imita, mientras que el artista copia el objeto
experimentado, o lo utiliza como modelo para
su obra. Así, la obra del artista es una imitación de lo que es en sí mismo una
imitación. En su diálogo El
Banquete indicaba la diferencia entre contemplar la apariencia de belleza y
alcanzar la propia idea de lo bello. El pensamiento platónico
tenía una marcada tendencia ascética.
En otro
de sus más famosos diálogos, La República, fue aún más lejos al repudiar a
algunos tipos de artistas de su sociedad ideal
porque pensaba que con sus obras estimulaban la inmoralidad o representaban
personajes despreciables, y que ciertas composiciones musicales causaban pereza
e incitaban a los individuos a realizar acciones que
no se sometían a ninguna noción de medida.
Aristóteles
también habló del arte como imitación, pero no en el sentido platónico. Uno
podía imitar las "cosas como deben ser", escribió, y añadió que
"el arte complementa hasta cierto punto lo que la naturaleza no puede
llevar a un fin". El artista separa la forma de la materia de
algunos objetos de la experiencia, como el cuerpo humano o
un árbol, e impone la forma sobre otra materia, como un lienzo o el mármol.
Así, la imitación no consiste sólo en copiar un modelo original,
sino en concebir un símbolo del original; más bien, se trata de la representación
concreta de un aspecto de una cosa, y cada obra es una imitación de un todo
universal.
Para Aristóteles y Platón,
la estética era
inseparable de la moral y
de la política.
El primero, al tratar sobre la música en
su Política, mantenía que el arte afecta
al carácter humano
y, por lo tanto, al orden social. Dado que Aristóteles sostenía que la
felicidad es el destino de la vida, creía que la principal función del
arte es proporcionar satisfacción a los hombres. En su gran obra sobre
los principios de
la creación artística, Poética, razonaba que la tragedia estimula las emociones de
compasión y temor, lo que consideraba pesimista e insano, hasta tal punto que
al final de la representación el espectador se purga de todo ello. Esta catarsis hace
a la audiencia más sana en el plano psicológico y, así, más capaz de alcanzar
la felicidad. Desde el siglo XVII, el drama neoclásico estuvo muy influido por
la Poética aristotélica. Las obras de los dramaturgos franceses Jean Baptiste
Racine, Pierre Corneille y Molière, en particular, se acogían a los
principios rectores de la doctrina de las tres unidades: tiempo,
lugar y acción.
Este concepto dominó
las teorías literarias
hasta el siglo XIX. Aunque vinculado al neoplatonismo, el filósofo del siglo
III Plotino otorgó una mayor importancia al arte que el propio Platón.
En sus tesis exponía
que el arte revelaba la forma de un objeto con mayor claridad que la
experiencia normal y lleva al alma a
la contemplación de lo universal.
EN LA
ESTÉTICA MODERNA el gran
impulso dado al pensamiento estético
en el mundo se produjo en Alemania durante
el siglo XVIII. En su Laocoonte o los límites entre
la pintura y
la poesía (1766),
el crítico Gotthold Ephraim Lessing sostuvo que el arte está autolimitado y
logra su elevación sólo cuando estas limitaciones son reconocidas. El crítico y
arqueólogo Johann Joachim Winckelmann mantuvo que, de acuerdo con los antiguos
griegos, el mejor arte es impersonal y expresa la proporción ideal y el equilibrio
más que la individualidad de su creador. El filósofo Johann Gottlieb
Fichte consideraba la belleza una virtud moral.
Al crear un mundo en el que la belleza, al igual que la verdad, es un fin, el
artista anuncia la absoluta libertad,
que es el objetivo de
la voluntad humana. Para Fichte, el arte es individual o social, aunque
satisface un importante propósito humano.
El
también filósofo Immanuel Kant estuvo
interesado en los juicios del gusto estético. En su obra Crítica del
juicio (1790) proponía que los objetos pueden ser juzgados bellos cuando
satisfacen un deseo desinteresado que no implica intereses o necesidades
personales. Además, el objeto bello no tiene propósito específico y los juicios
de belleza no son expresiones de las simples preferencias personales sino que
son universales. Aunque uno no pueda estar seguro de
que otros estarán satisfechos por los objetos que juzga como bellos, puede al
menos decir que otros deben estar satisfechos. Los fundamentos de la respuesta
del individuo a
la belleza, por lo tanto, existen en la estructura de
su pensamiento. El arte debería dar la misma satisfacción desinteresada que la
belleza natural. Resulta paradójico que el arte pueda cumplir un destino que la
naturaleza no
puede: puede ofrecer belleza y fealdad a través de un objeto. Una hermosa
pintura de un rostro feo puede incluso llegar a ser bella.
Según
Georg Wilhelm Friedrich Hegel,
el arte, la religión y
la filosofía suponen
las bases del desarrollo espiritual
más elevado. Lo bello en la naturaleza es todo lo que el espíritu humano
encuentra grato y conforme al ejercicio de la libertad espiritual e
intelectual. Ciertas cosas de la naturaleza pueden ser más agradables y
placenteras, y estos objetos naturales son reorganizados por el arte para
satisfacer exigencias estéticas. Su obra Estética (1832) fue un punto de
referencia importante para la estética moderna al aplicar los principios de
su sistema al análisis de
la obra de arte y de la historia.
Por su
parte, Arthur Schopenhauer creía
que las formas del Universo,
como las formas platónicas eternas, existen más allá de los mundos de la
experiencia, y que la satisfacción estética se logra contemplándolos por el
propio interés que
provocan, como medios de
eludir el angustioso mundo de la experiencia cotidiana. Otorgó una especial
importancia a la música y analizó, de un modo original, los rasgos del artista.
Fichte, Kant y Hegel marcaron una línea directa de evolución.
Schopenhauer atacó a Hegel pero estuvo influido por el enfoque de Kant de la
contemplación desinteresada. Friedrich Nietzsche aceptó
en sus primeras obras la influencia de la visión de Schopenhauer, para
discrepar más tarde de su magisterio. Nietzsche estaba de acuerdo con que la
vida es trágica, pero esta idea no debería excluir la aceptación de lo trágico
con alegre espíritu, pues su realización plena es el arte.
EN LA
ESTÉTICA CONTEMPORÁNEA Cuatro filósofos de
finales del siglo XIX y principios del siglo XX aportaron con sus respectivos
pensamientos las principales influencias estéticas contemporáneas. En Francia,
Henri Bergson definió la ciencia como
el uso de la inteligencia para
crear un sistema de símbolos que
describa la realidad aunque en el mundo real la falsifique. El arte, sin
embargo, se basa en intuiciones,
lo que es una aprehensión directa de la realidad no interferida por el
pensamiento. Así, el arte se abre camino mediante los símbolos y creencias
convencionales acerca del hombre,
la vida y la sociedad y
enfrenta al individuo con la realidad misma.
En Italia,
el filósofo e historiador Benedetto Croce también exaltó la intuición, pues
consideraba que era la conciencia inmediata
de un objeto que de algún modo representa la forma de ese objeto, es decir, la
aprehensión de cosas en lugar de lo que uno refleje de ellas. Las obras de arte
son la expresión, en forma material, de tales intuiciones; belleza y fealdad,
no obstante, no son rasgos de las obras de arte sino cualidades del espíritu
expresadas por vía intuitiva en esa misma obra de arte. El filósofo de
origen español Jorge
Ruiz de Santayana razonó que cuando uno obtiene placer en una cosa, el placer
puede considerarse como una cualidad de la cosa en sí misma, más que como una
respuesta subjetiva de ella. No se puede caracterizar ningún acto humano como
bueno en sí mismo, ni denominarlo bueno tan sólo porque se apruebe socialmente,
ni puede decirse que algún objeto es bello, porque su color o
su forma lleven a llamarlo bello. En su ensayo El
sentido de la belleza (1896) propuso novedosos argumentos para una
consideración fundamentada del fenómeno estético.
El
pedagogo y filósofo estadounidense John Dewey consideraba la experiencia humana
como inconexa, fragmentaria, llena de principios sin conclusiones, o como
experiencias manipuladas con claridad como medios destinados a cumplir fines
concretos. Aquellas experiencias excepcionales, que fluyen desde sus orígenes
hasta su consumación, son estéticas. La experiencia estética es placer por su
propio interés, es completa e independiente y es final, no se limita a ser
instrumental o a cumplir un propósito concreto.
ESTÉTICA
Y ARTE
Durante
los siglos XVIII y XIX la estética permaneció dominada por el concepto del arte
como imitación de la naturaleza. Novelistas como los británicos Jane Austen y
Charles Dickens, y dramaturgos como el italiano Carlo Goldoni y el francés
Alexandre Dumas, presentaban relatos realistas sobre la vida de la clase media.
Los pintores neoclásicos (como Jean Auguste Dominique Ingres), románticos (como
Eugène Delacroix) o realistas (como Gustave Courbet) representaban sus temas
extremando el cuidado en el detalle natural. En la estética tradicional se
asumía también con frecuencia que las obras de arte son tan útiles como bellas.
Los cuadros podían conmemorar eventos históricos
o estimular la moral. La música podía inspirar piedad o patriotismo. El teatro,
por la influencia de Dumas y el noruego Henrik Johan Ibsen, podía servir para
criticar a la sociedad y, de ese modo, ser útil para reformarla.
En el
siglo XIX, no obstante, conceptos vanguardistas aplicados sobre la estética
empezaron a cuestionar los enfoques tradicionales. El cambio fue
muy evidente en la pintura. Los impresionistas franceses, como Claude Oscar
Monet, eran denunciados por los pintores academicistas por representar lo que
ellos pensaban deberían ver, bastante más de lo que realmente veían, como eran
las superficies de muchos colores y
formas oscilantes causadas por el juego distorsionante
de luces y sombras cuando el Sol se
mueve.
A finales
del siglo XIX, los postimpresionistas como Paul Cézanne, Paul Gauguin y Vincent
van Gogh estuvieron más interesados en la estructura pictórica y en expresar su
propia psique que en representar objetos del mundo de la naturaleza. A principios
del siglo XX, este interés estructural fue desarrollado por los pintores
cubistas como Pablo Ruiz Picasso,
mientras que la inquietud expresionista se reflejaba en la obra de Henri
Matisse y otros fauvistas, así como en expresionistas alemanes de la categoría
de Ernst Ludwig Kirchner. Los aspectos literarios del expresionismo pueden
verse reflejados en las obras del sueco August Strindberg y del alemán Frank
Wedekind.
En
estrecha relación con estos enfoques, hasta cierto punto no figurativos del
mundo plástico,
cobró relevancia el principio del "arte por el arte", derivado de las
tesis de Kant según las cuales el arte tenía su propia razón de ser. La frase
fue por acuñada en 1818 por el filósofo francés Victor Cousin; a su doctrina se
adhirieron el crítico británico Walter Horatio Pater y el pintor estadounidense
James Abbott McNeill Whistler. En Francia resumió el credo de
los poetas simbolistas como Charles Baudelaire.
A partir de entonces, el principio del arte por el arte pasó a ser esencial en
la mayor parte de las vanguardias occidentales del siglo XX.
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